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Respondemos dudas sobre las formas que tiene el cuerpo para librarse del calor y cómo impacta en nuestro cerebro, humor y comportamiento. Sobre cómo sucede la aclimatación, si esta tiene algo de genética o si importa el lugar donde nacimos. 

04/08/2025 - 07:00 CEST
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calor en puerta del Sol de Madrid

Un joven disfruta de un helado en la Puerta del Sol de Madrid. EFE

Hay quien dice que en verano siempre ha hecho calor y que a las cifras registradas les falta memoria histórica. Sin embargo, el junio pasado ha sido el más caluroso en España desde que hay registros (es decir, desde 1961), con unas temperaturas máximas más de 4 °C por encima de lo normal. Se estima que, al ritmo actual, las personas nacidas en 2020 vivirán al menos el doble de eventos climáticos extremos que las que lo hicieron 60 años antes, y que las olas de calor serán más duraderas y frecuentes en numerosas regiones del mundo.  

Solo en el verano de 2023 murieron en Europa unas 70.000 personas como consecuencia de las altas temperaturas y, según la OMS, la mortalidad asociada al calor ha aumentado un 85 % desde principios de siglo.  

Más allá de esas cifras, sin olvidarlasaquí hablamos sobre las formas que tiene el cuerpo para librarse de él, sobre cómo nos afecta y si la aclimatación depende la genética. 

¿Cómo se disipa el calor? 

Una curiosidad lingüística en este bochorno climático es que, en realidad, el calor no se tiene. En términos físicos el calor es estrictamente energía en tránsito: es el paso de energía entre dos cuerpos que se encuentran a diferente temperatura. Es decir, solo existe durante ese viaje: uno siente calor, pero no lo tiene. Lo que tiene es una alta energía interna, que es lo que mide la temperatura.  

Si tiene suerte o aire acondicionado, es posible que mientras usted lee este texto buena parte del calor lo esté perdiendo en forma de radiación, que es la emisión de calor en forma de ondas electromagnéticas, siempre de una entidad más caliente a otra más fría. De esta forma perdemos hasta un 65 % en condiciones no muy calurosas, pero su importancia es mínima a altas temperaturas. Puede que incluso gane calor así. 

Mientras lee podría agarrar un vaso de agua fría y perdería así algo de calor por conducción, que es su paso de un cuerpo a otro con el que está en contacto. Salvo casos como cambiar el vaso por un baño en la piscina, su importancia es reducida. Tampoco suele ser muy relevante la convección, un mecanismo que tiene que ver con el movimiento de fluidos como el aire o el agua y que puede forzar ahora mismo si se coloca frente a un ventilador. Cuando una parte del fluido se calienta disminuye su densidad, se eleva y se sustituye por otra más fría. El ventilador renueva constantemente el aire en contacto con la piel, más caliente y húmedo, por otro más frío y seco. Eso además beneficia al mecanismo estrella del verano y por eso los ventiladores pueden ser tan útiles también, porque mejoran la evaporación.  

La evaporación es el paso de líquido a gas, un paso que necesita energía. Concretamente, se extraen 0,58 kilocalorías por cada gramo de sudor, que proceden del cuerpo. En condiciones no calurosas se dice que es responsable de alrededor del 25 % de nuestra pérdida de calor, pero aumenta hasta el 85 % en casos de altas temperaturas y ejercicio intenso. Esto es así porque el mecanismo funciona prácticamente siempre, aunque el ambiente esté más caliente que nosotros, lo que no sucede con otros como la conducción o la radiación.  

Un problema de la evaporación es que se ve dificultada por la humedad. Por ello existe el concepto de temperatura de bulbo húmedo, que tiene en cuenta unas condiciones extremas de humedad. Durante años se ha asumido que un valor de esta por encima de 35 °C (lo que equivale a unos 39 °C con un 75 % de humedad) durante 6 horas provoca la muerte de una persona sana promedio, incluso en condiciones con acceso a agua. Hace tres años un estudio redujo la cifra a 31,5: es decir, unos 35,5 °C con un 75 % de humedad, según calculadoras online, aunque podría ser incluso inferior (en condiciones secas, esos 35,5 °C equivaldrían a casi 50). La crisis climática está provocando que en ciertas regiones se estén dando ya puntualmente dichas condiciones.  

ventilador
El ventilador favorece la evaporación del sudor. Adobe Stock

¿Cómo reacciona el cuerpo humano contra el calor? 

Desde el punto de vista del cuerpo humano, estas son algunas de las muchas cosas que este hace para protegerse del calor: 

Un sinfín de termorreceptores recogen el aumento de temperatura y envían la información al hipotálamo, una pequeña zona en el centro del cerebro y a la altura de los ojos a la que se conoce comoel gran regulador”, y que funciona también como termostato. Desde allí se mandan entonces toda una serie de señales, entre otras: a las glándulas sudoríparas, para que aumenten la producción de sudor; a los vasos sanguíneos de la piel, para que se dilaten y la sangre tenga más fácil refrescarse; al corazón, para que ayude aumentando la frecuencia de bombeo; a la tiroides, para que no aumente el metabolismo corporal, que produciría más calor. Y, a poco que empiece a sentirse la pérdida de líquido, se envían mensajes al centro de la sed (en el propio hipotálamo), se libera la hormona antidiurética para que los riñones retengan agua, se activa una cascada molecular llamada sistema renina-angiotensina-aldosterona que termina ayudando a retener el sodio y, con ello, también a conservar el agua que en ese momento no queremos malgastar. 

Un concierto de adaptación y supervivencia que, sin embargo, tiene sus muchas limitaciones. 

Por qué nos cansa, nos cambia el ánimo y la concentración 

Más allá de golpes de calor, de muertes asociadas a él, las altas temperaturas dan la sensación de provocar una incomodidad general, irritabilidad, dificultades de atención o de concentración: un estrés cerebral. 

Los datos corroboran la impresión. Revisiones de múltiples estudios, como este metaanálisis de trabajos sobre calor y salud mental publicados entre enero de 1990 y noviembre de 2020, apuntan a que hay una relación entre el aumento de las temperaturas y la exacerbación de enfermedades mentales, con el consiguiente aumento de visitas hospitalarias.  

Muchos trabajos han encontrado también una relación entre el calor y efectos cognitivos, por ejemplo, en las escuelas: periodos prolongados de calor parecen disminuir el aprendizaje, especialmente en las de barrios más pobres, como se vio en este estudio publicado en Nature Human Behaviour sobre el rendimiento de 12.000 distritos escolares en 58 estados.  

La mera presencia de aire acondicionado, incluso en las casas, parece mejorar significativamente el rendimiento de los estudiantes. El calor disminuye también la productividad laboral, tanto a nivel físico como cognitivo. 

Las altas temperaturas generan una sensación de malestar, lo que provoca un desvío de la atención y de recursos mentales en la búsqueda de alivio. En estudios de neuroimagen se ha observado que esta sensación se relaciona con una redistribución del caudal de sangre en el cerebro: aumenta en zonas implicadas en la regulación, como el hipotálamo, y se reduce en otras ligadas a las emociones, asociándose a mayor nerviosismo e irritabilidad. Además, el calor parece disminuir la actividad en áreas cerebrales relacionadas con ciertos aspectos de la atención y que permiten realizar tareas complejas. 

El calor nos quita el sueño  

Parte de nuestro malestar, cansancio e irritabilidad asociado al calor parece deberse simplemente a que no nos deja dormir bien. Las altas temperaturas dificultan tanto conciliar el sueño como el descanso profundo. Se sabe que su regulación, también desde el hipotálamo, viene dada por los ciclos de luz/oscuridad, pero no es tan conocido que la temperatura es importante aquí también. El comienzo del sueño se asocia con una disminución de la temperatura corporal, y el calor ambiental dificulta esta transición. De hecho, el estudio de varias sociedades preindustriales indica que no se iban a dormir al anochecer, sino unas horas después, cuando la temperatura ambiental empieza a caer 

¿Qué sucede en el cuerpo cuando se aclimata?  

El cuerpo es capaz de adaptarse al calor mejorando y afinando los mecanismos que tiene para librarse de él. Una prueba de esto es que, en trabajadores expuestos al calor, la mayoría de las muertes relacionadas con este parecen darse durante su primera semana, o cuando han vuelto al trabajo tras un periodo de ausencia. 

Muchos de los cambios que se producen en la aclimatación se han analizado en estudios que buscan optimizar el rendimiento de deportistas en estas condiciones. Entre las adaptaciones se produce un aumento de la sudoración, que aparece incluso antes para favorecer la evaporación; cambia la composición del sudor, que contiene menos sodio para disminuir la pérdida de sales; se agudiza la sensación de sed y se afinan los mecanismos en el riñón para mejorar la hidratación; se ajusta mejor la regulación de la sangre que viaja por la piel, el corazón puede funcionar con menor frecuencia durante el ejercicio e incluso parece aumentar la producción de ciertas proteínas (denominadasheat shock”) que ayudan a la protección de los tejidos. 

Aunque basta cierta exposición repetida al calor para que estos cambios empiecen, la mejor manera de potenciarlos según los estudios con deportistas es la realización de ejercicio físico en dichas condiciones con sesiones controladas de intensidad creciente. Sin embargo, esta no debe ser la indicación para la población general. De hecho, por sus riesgos, entre las recomendaciones sanitarias está evitar la actividad física durante las horas más calurosas. La exposición pasiva al calor, como sesiones de sauna o baños de agua caliente, también parecen ejercer beneficios y se han propuesto como herramienta de adaptación según ciertos protocolos en personas mayores y más vulnerables, pero aún no hay evidencia suficiente de su utilidad. 

En los estudios con atletas se ha comprobado que la aclimatación comienza desde los primeros días de la exposición, y en su caso puede prácticamente completarse a las dos semanas. Por el contrario, si cesa la exposición al calor, los cambios apenas se retienen una semana, perdiéndose casi por completo al mes. 

¿Influye la genética o el lugar de nacimiento? 

Si bien hay variaciones individuales en la adaptación y resistencia al calor, por el momento no parecen haberse encontrado diferencias genéticas claras entre poblaciones. Y, aunque una publicación de 1956 describió que el número de glándulas sudoríparas del adulto dependía de la temperatura a la que había vivido en sus dos primeros años de su vida, la observación no parece haberse confirmado. De hecho, varios estudios han comprobado que, cuando personas indígenas de regiones tropicales se mudan a regiones menos calurosas, pierden progresivamente muchos de sus mecanismos de adaptación 

O lo que es lo mismo: si le dicen que no aguanta el calor por haber nacido en el norte, o que tiene suerte por haberlo hecho en el sur, piense que no hay muchas razones para suponer que eso sea verdad. 

En general, este verano procure perder, más que ganar calor. Y no olvide que estamos en crisis (climática). 

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