Seis tandas de reuniones durante casi tres años no han servido para ponerse de acuerdo en las medidas necesarias para afrontar uno de los mayores retos ambientales que afecta nuestro planeta. Decepción, frustración..., aunque era de prever. 

Lamentablemente, el bloque formado por un grupo pequeño de países productores de petróleo ha bloqueado los avances en los dos temas primordiales para atacar el problema: poner un límite a la producción mundial de plástico y prohibir las sustancias químicas tóxicas asociadas al plástico.  

El resto de países no ha accedido a firmar un tratado bajo mínimos, lo que parece bastante razonable. La propuesta presentada no daba ningún tipo de garantías sobre su eficacia para avanzar en la lucha contra los efectos nocivos de la contaminación por plásticos. Aceptarlo habría sido ceder y negar la existencia de un problema real. Normalmente, los tratados internacionales alcanzados sobre otras temáticas de interés mundial como el cambio climático han establecido unos objetivos a alcanzar en un periodo de tiempo que, lamentablemente, nunca se llega a cumplir y es necesario prolongar. Pero, en este caso, ya el punto de partida es tan débil que no es aceptable.  

Centrar la solución al problema de la contaminación por plásticos únicamente en el reciclado de los residuos generados, cuando además las tasas de reciclado con la producción actual no alcanzan ni el 10 %, es claramente insuficiente. Pretender que las medidas se aborden a nivel nacional es no entender lo que significa la contaminación por plásticos en el medioambiente.  

Ahora solo queda esperar nuevas reuniones que permitan alcanzar un tratado que, al menos, marque unos mínimos aceptables. Mientras, cada año que tardamos en lograr este acuerdo, seguimos aumentando la producción de plástico virgen, seguimos generando mayor cantidad de residuos plásticos que se esparcen en nuestros ecosistemas acuáticos y terrestres y seguimos utilizando sustancias tóxicas que entran en nuestro organismo y afectan nuestra salud.  

ES