Guglielmo Foffani
Investigador principal y responsable de Neurofisiología y Neuromodulación en la Fundación CIEN y responsable del Grupo de Neurociencia Funcional en HM CINAC
Este estudio, basado en millones de historias clínicas de veteranos estadounidenses, muestra que las personas con apnea obstructiva del sueño no tratada tienen un mayor riesgo de ser diagnosticadas de enfermedad de Parkinson en los años siguientes, y que ese riesgo parece menor en quienes reciben tratamiento con presión positiva continua (CPAP). Para ser un estudio observacional, la calidad metodológica es muy alta: el tamaño muestral es enorme, el seguimiento es relativamente largo, y los autores ajustan por muchos factores que podrían distorsionar la asociación. En conjunto, es una pieza importante que refuerza la idea de que los trastornos respiratorios del sueño pueden tener consecuencias a largo plazo sobre la salud del cerebro.
Al mismo tiempo, hay que ser prudentes al generalizar los resultados: se trata de veteranos de estadounidenses, mayoritariamente varones, con características muy particulares (más traumatismos craneales, más exposición a tóxicos, más trastornos psiquiátricos) que podrían aumentar a la vez el riesgo de apnea del sueño y de enfermedad de Parkinson. Aunque el análisis estadístico tiene en cuenta muchas de estas comorbilidades, siempre puede quedar algo de confusión residual, y por eso es importante que otros estudios, en poblaciones más parecidas a la población general, confirmen estos hallazgos. Los autores son muy conscientes de ello.
Lo que me parece más crítico a la hora de divulgar estos resultados es interpretar correctamente lo que significa ‘aumentar’ o ‘disminuir’ el riesgo de enfermedad de Parkinson en los años siguientes. No se trata de desarrollar o no desarrollar nunca la enfermedad, sino más bien de que se adelante o retrase el momento en que la enfermedad se hace visible. Dicho de otro modo: la apnea del sueño no tratada podría hacer que la enfermedad aparezca antes en personas que ya eran vulnerables —o que ya tenían la enfermedad en fase prodrómica— y el CPAP podría retrasar en poco ese momento. Ese ‘poco’ (uno-dos años según sugieren las figuras del artículo) sin duda puede ser muy importante para el individuo y para los sistemas sanitarios, pero desafortunadamente no implica evitar la enfermedad por completo. En cualquier caso, el mensaje de fondo es claro: dormir bien no es un lujo, sino un pilar básico de la salud cerebral a largo plazo.