Susana Al-Halabí
Investigadora de la Universidad de Oviedo y coordinadora del grupo de investigación CIPRES (Ciencia y Divulgación en Prevención y Salud Mental)
Se trata de un estudio muy interesante desde un punto de vista metodológico, pues el diseño, el tamaño muestral y el análisis de los datos le otorga un elevado grado de excelencia. Aplaudo la iniciativa del equipo de investigación de abordar la conducta suicida de las personas diagnosticadas con varios tipos de dolor de cabeza caracterizados por la intensidad y la complejidad del dolor (migraña, cefalea tensional, cefalea postraumática y cefalalgia autonómica del trigémino). Los datos obtenidos son claros y robustos.
La experiencia de dolor crónico supone un elevado sufrimiento en la vida de las personas y constituye un factor de riesgo clásico para la conducta suicida. Es fundamental contribuir a su conocimiento y sensibilización en los profesionales médicos que, siendo expertos en aspectos neurológicos, pueden desconocer el alcance o las características de este fenómeno psicológico. La conducta suicida está vinculada a la vivencia de un profundo malestar y desesperación, particularmente si se percibe el dolor como algo irresoluble e inescapable. Los autores demandan, en sus conclusiones, un diagnóstico temprano y tratamientos más efectivos, lo que, sin duda, sería muy bienvenido para la población con este tipo de diagnósticos.
Como contrapartida constructiva, y sin restar calidad metodológica y epidemiológica al estudio, podría decirse que cierta terminología del artículo denota la ausencia de expertos en el campo de la conducta suicida entre los autores del estudio y en las referencias utilizadas. Quizás sería necesario contar con modelos más comprensivos y menos reduccionistas o diagnosticocéntricos. El uso del lenguaje en determinados términos está alejado de los nuevos paradigmas de conocimiento en Psicología. Tal sería el caso del uso de "completed suicide" o del término "risk of" en el título, que puede conducir al establecimiento de relaciones simples y directas, cuando no es así. La conducta suicida ("suicidal behavior") es conducta, y como tal, debe ser abordada. La conducta es funcional y operante, y no el mero resultado de una asociación directa con un diagnóstico, incluso siendo un factor importante, que no causal. Todo está relacionado con casi todo, particularmente si hablamos de decisiones tan complejas y existenciales como acabar con la propia vida. El sentido de la vida, las razones para vivir y la vivencia particular de las dificultades son aspectos fundamentales para contemplar la muerte por suicidio, más allá de la asociación con un diagnóstico, incluso cuando se trata de una correlación particularmente robusta. La literatura científica ya ha puesto de manifiesto que debemos abandonar el paradigma de "riesgo" en suicidio, pues se puede prevenir, pero no predecir. El dolor tiene un importantísimo componente psicológico y, en mi opinión, deben proponerse abordajes psicológicos para su manejo, concretamente en un artículo sobre conducta suicida, cuyo tratamiento de elección también es la terapia psicológica.
En cualquier caso, felicito a los autores por su sensibilidad, por la elección del tema y por su excelente trabajo, que, sin duda, apuntala el rol que desempeña el dolor en los pensamientos de suicidio, particularmente durante los episodios de dolor intenso y moderado, como se señala en el artículo. Es imprescindible seguir investigando para mejorar la calidad de vida de las personas con dolor crónico.