Pedro Morell
Doctor en Biología e investigador posdoctoral en el Centro de Paleogenética de la Universidad de Estocolmo (Suecia)
El estudio de Drake et al. ofrece una comparativa entre las formas del cráneo de gatos y perros domésticos, entre ellos y con sus parientes salvajes. El estudio hace un concienzudo muestreo y análisis de los datos, que incluyen un gran número de muestras para asegurarse de que los resultados son representativos. Que yo sepa, nadie había hecho una comparación de este tipo antes y hay un par de resultados que son muy interesantes.
El primero es que tanto los perros como los gatos domésticos presentan varias veces más variación en la forma del cráneo que todas las especies salvajes de sus respectivas familias. Esto atestigua lo fuerte que ha sido la selección artificial sobre este carácter y cómo los humanos lo hemos modificado de acuerdo con nuestras necesidades y preferencias estéticas.
El segundo es que, mientras que las variedades con cráneo más alargado presentan un patrón divergente entre las dos especies, y más afín a sus parientes salvajes, los que tienen el cráneo achatado muestran un patrón convergente, en que al final perros y gatos se parecen más entre ellos que a sus respectivos ancestros no domesticados. Curiosamente, esto también se ve en grandes felinos salvajes, que en este análisis aparecen más cercanos a razas de perro grandes como el mastín pirenaico o el chow chow que a otros felinos más pequeños. Estos resultados lo que hacen es poner en el foco, una vez más, el importante efecto de la selección, ya sea natural o artificial, a la hora de moldear la evolución de especies que llevan millones de años separadas.