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Manuel Collado

Investigador científico del CNB-CSIC en el CiMUS de la Universidad de Santiago de Compostela, IDIS. Laboratorio de Senescencia Celular, Cáncer y Envejecimiento

Sabemos que el envejecimiento es el factor de riesgo más importante para sufrir enfermedades (y accidentes). También sabemos que no todos envejecemos al mismo ritmo e intuíamos que no todos nuestros órganos envejecen a la misma velocidad. La clave es el envejecimiento biológico, el deterioro en la función de los órganos, y no el cronológico, el que nos marca la fecha de nuestro documento de identidad. Cómo establecer esa edad biológica ha sido objeto de intensa investigación en los últimos años. El mejor predictor actual de edad biológica son las modificaciones epigenéticas del ADN, pero para ello es necesario obtener una muestra de tejido del cual extraer nuestro material genético y eso es imposible para cada órgano. 

El grupo dirigido por Tony Wyss-Coray ha fijado su atención en la sangre. Ahí, en la sangre, los científicos son capaces de identificar multitud de proteínas y, para algunas de ellas, inferir el órgano de procedencia. Analizando la abundancia de estos grupos de proteínas asociados a cada órgano a lo largo del envejecimiento con una amplia cohorte de individuos, los investigadores pudieron establecer la dinámica de aparición de estas proteínas con la edad hasta crear, mediante machine learning, un predictor de edad biológica basado en la presencia de estas proteínas en sangre. Dada una muestra de sangre, cuantificar la abundancia de estas proteínas nos permite establecer la edad biológica. Como estos grupos de proteínas están identificados por órgano de origen, la edad biológica estimada se corresponde con la del órgano de procedencia. 

Con este reloj biológico los científicos se enfrentaron a unas muestras de sangre obtenidas de manera independiente hace 15 años. Cuando cuantificaron las proteínas presentes en sangre de individuos sanos de más de 50 años establecieron que uno de cada cinco mostraba un envejecimiento más acelerado del esperado en, al menos, un órgano. Siguiendo el historial médico de cada individuo pudieron comprobar que identificar un envejecimiento más acelerado de un órgano particular correlacionaba con el desarrollo de una enfermedad en dicho órgano. El envejecimiento neuronal, renal o cardiaco correlacionaba con un incremento en el desarrollo de neurodegeneración, enfermedad renal, hipertensión y diabetes, o fibrilación auricular o ataques de corazón, respectivamente. 

La oportunidad que nos abre este tipo de investigación es la de establecer con precisión el ritmo de envejecimiento de cada órgano y, por tanto, de su deterioro. Con ello, podríamos guiar una medicina preventiva de precisión que prescribiese a cada persona un cuidado y seguimiento específico en función de la observación de la edad biológica de cada órgano. 

Desconocemos aún la posible implicación causal de la identificación de estas proteínas en sangre. Es posible que simplemente actúen como biomarcadores, reflejo de un estado funcional del órgano, pero es también posible que sus niveles pudieran estar implicados en el desarrollo de las patologías. Esta última posibilidad, de determinarse, podría ofrecernos nuevas perspectivas terapéuticas dirigidas a estas proteínas como diana para hacer frente a la enfermedad. Pese a que los números de proteínas detectadas y de muestras de individuos usadas es elevado, está por determinar la reproducibilidad de estos datos y su ampliación a un número de muestras mayor. Habría también que ver si los datos obtenidos son extrapolables a todas las poblaciones humanas o si existen, como es de prever, particularidades relacionadas con la variabilidad humana. 

En todo descubrimiento que implique aumentar nuestro conocimiento de susceptibilidad a la enfermedad es importante plantearse cómo se va a manejar la incertidumbre que pueda derivarse de ese conocimiento por parte del posible futuro paciente. Del mismo modo, es conveniente tener claro el beneficio de conocer un incremento en el riesgo de enfermedad y sus limitaciones, sobre todo en patologías para las que no exista un tratamiento eficaz claro. Saber que tu riesgo de padecer una enfermedad asociada al deterioro de un órgano puede, al menos, permitirnos plantear medidas preventivas más enfocadas. La existencia de un posible test futuro que determine la edad biológica de cada uno de nuestros órganos debería servirnos para incrementar las medidas de salud preventiva y quizás esto nos permita cuidar de nuestra salud de manera más eficaz, consiguiendo que nuestro envejecimiento sea más saludable.

ES