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Luis Cereijo

Profesor ayudante doctor de Educación Física y Deportiva e investigador en Epidemiología y Salud Pública de la Universidad de Alcalá

El estudio cuenta con una excelente muestra poblacional, de gran tamaño (N=82.297) y con un seguimiento de 18 años, lo que permite analizar el impacto de desplazarse caminando o en bicicleta en el riesgo de mortalidad, tratamiento y hospitalización por enfermedad cardiovascular, salud mental, cáncer o accidentes de tráfico. Estos datos son muy poco habituales en el estudio del impacto en salud de desplazamientos activos. Los resultados son claros: tener estilos de vida activos reduce el riesgo de desarrollar eventos adversos para la salud.   

Sin embargo, el estudio tiene ciertas limitaciones que deben ser reseñadas. Si bien el seguimiento de la muestra se hace de 2001 a 2018, los datos sobre la forma de desplazamiento se recogen únicamente en 2001, y no hay nueva recogida de información en el resto del período. Esto es una limitación importante dada la gran posibilidad de cambios en estos hábitos que se puede producir, en muchos casos, derivados de cambios en las condiciones de vida. Otra importante limitación es la falta de estratificación social en los resultados: los autores no presentan resultados por sexo que, sin duda, tendrían una gran relevancia para poder capturar desigualdades de género o efectos diferenciales. Incorporan indicadores socioeconómicos como variable de ajuste, pero tampoco estratifican por este dato. Dado el tamaño de la muestra y su potencia estadística, se podría haber hecho esta estratificación que, dada la literatura existente, podría mostrar efectos diferentes por nivel socioeconómico esenciales para la comprensión del efecto poblacional.    

Respecto a los datos relacionados con la actividad física, existen otras dos limitaciones relevantes: por un lado, no cuentan con información sobre el volumen de actividad física por desplazamientos que realizan. Igual que no es lo mismo mantener el estilo de vida durante los 18 años que abandonarlo a los 3 años del inicio del estudio, tampoco es igual desplazarse 200 metros que 2 kilómetros diarios. Este dato es relevante para cuantificar el efecto de estos desplazamientos en la salud. Asimismo, tampoco tienen información sobre otros tipos de actividad física. Dado que la evidencia muestra que quienes tienen hábitos de transporte activos son más propensos a realizar actividad física regular, es posible que el estudio esté ignorando el efecto confusor de estas prácticas adicionales en los resultados en salud asociados.   

A pesar de estas limitaciones, este estudio tiene una gran relevancia que ahonda en la importancia de los modos de transporte activos en la salud de las personas. Desarrollar políticas que favorezcan estas formas de desplazamientos de forma segura en la rutina diaria, frente a otros como el coche privado, es una prioridad en salud pública que debe ser abordada de manera urgente. 

ES