Julián Campo
Miembro del Grupo de Investigación en Seguridad Alimentaria y Medio Ambiente del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (Valencia)
Las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS por sus siglas en inglés) son compuestos químicos que, debido a sus propiedades —no son inflamables, son termodinámicamente estables y muy resistentes— son utilizados en una serie de aplicaciones industriales y comerciales como utensilios de cocina antiadherentes, envases de alimentos, insecticidas y telas impermeables y resistentes al fuego. Según las investigaciones más recientes, se han identificado más de 200 categorías y subcategorías de uso para más de 1.400 compuestos de PFAS. Debido a estas mismas propiedades, los PFAS se consideran extremadamente persistentes en el medio ambiente, altamente tóxicos y con el potencial de bioacumularse y biomagnificarse a lo largo de la cadena alimentaria, por lo que han sido detectados en la vida silvestre y representan un claro peligro potencial para la salud humana. En general, estos compuestos pueden actuar como disruptores endocrinos y pueden tener muchos otros efectos tóxicos, como hepatotoxicidad, inmunotoxicidad, toxicidad para la reproducción y efectos tumorigénicos, entre otros.
Los PFAS pueden llegar al medio ambiente, después de su uso doméstico, a través de los efluentes de las Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR) y de los lodos procedentes de ellas. Ahora, el grupo de investigación del Dr. Timothy G. Townsend, de la Universidad de Florida, ha publicado un artículo en Environmental Science & Technology Letters de ACS en el que advierte sobre una fuente inesperada de estas sustancias en los sistemas de aguas residuales: el papel higiénico. Estos investigadores parten de la hipótesis de que algunos fabricantes de papel higiénico pueden agregar PFAS durante el proceso de fabricación por el que se convierte la madera en pulpa, añadiendo, además, que el papel higiénico reciclado podría fabricarse con fibras que provengan de materiales que contengan PFAS.
Townsend y su grupo analizaron muestras de papel higiénico de América del Norte, del Sur y Central; África; y Europa occidental en busca de 34 PFAS. También analizaron muestras de lodos de estaciones depuradoras (EDAR) de EEUU y detectaron varios de estos compuestos entre los que destacan los polifluoroalquilfosfatos disustituidos (diPAPs) y, principalmente, diPAP 6:2, que fue el más abundante en ambos tipos de muestras, aunque a concentraciones muy bajas, del orden de partes por billón. Estos resultados son muy importantes ya que los diPAPs pueden convertirse en otros PFAS más estables, como el ácido perfluorooctanoico (PFOS), cuya producción ya fue prohibida por la UE en 2008, después de considerarse como un contaminante orgánico persistente en el Convenio de Estocolmo, al ser potencialmente cancerígeno.
Ya en un estudio publicado en 2013 por el Grupo de Seguridad Alimentaria y Medioambiental de la Universidad de Valencia (SAMA-UV) se destacaba el papel de las EDAR como posibles fuentes de contaminación con PFAS en diferentes cuencas de España (Ebro, Guadalquivir, Júcar y Llobregat). Los resultados de la investigación del grupo de Townsend confirman dichas conclusiones y añaden un factor importante a tener en cuenta como puede ser el papel higiénico. Estos investigadores calcularon que el papel higiénico contribuía con aproximadamente el 4 % del diPAP 6:2 en las aguas residuales en los EEUU y Canadá, el 35 % en Suecia y hasta el 89 % en Francia. Como concluyen en su estudio, el papel higiénico puede considerarse como una fuente de PFAS para los sistemas de tratamiento de aguas residuales, llegando a ser una fuente importante en algunos lugares.