Galderic Lastras
Geólogo y catedrático de la facultad de Ciencias de la Tierra de la Universitat de Barcelona
El terremoto ha tenido una magnitud de 7,8 y su hipocentro se ha situado a unos 18 kilómetros de profundidad, que es una profundidad relativamente reducida para un seísmo de tal magnitud. En general, cuanto menor es la profundidad, mayores son las intensidades con las que se percibe en superficie y, por tanto, sus efectos sobre la población. De acuerdo con el análisis disponible en el USGS, la ruptura ha tenido lugar a lo largo de más de un centenar de kilómetros [cabe recordar que, si bien un terremoto se simboliza por un punto en un mapa, esto solo representa el punto en el que se ha iniciado una ruptura más extensa a lo largo de un plano de falla determinado] en una o diversas fallas verticales de movimiento direccional y de orientación SW-NE, muy probablemente en la zona de falla del este de Anatolia, con desplazamientos acumulados de hasta 3 metros a lo largo de la falla.
Esta zona de falla pone en contacto la placa Arábiga y la subplaca de Anatolia. Es el terremoto de mayor magnitud registrado instrumentalmente en esta zona de falla, si bien se han documentado históricamente los terremotos de Aleppo en los años 1138 (de magnitud estimada 7,1) y 1822 (de magnitud estimada 7,0). El terremoto principal ha ido seguido, como es normal, de numerosas réplicas, la mayor de las cuales ha ocurrido 11 minutos más tarde con una magnitud de 6,7. Si bien podrían ocurrir otras réplicas de gran magnitud a corto plazo, es esperable que su frecuencia y magnitud disminuya con el paso del tiempo.
De acuerdo con los modelos de estimación de pérdidas del USGS (en base a las intensidades registradas y a las características de la zona) los daños que se podrían haber producido son muy considerables. El riesgo natural es el producto entre la probabilidad de que se produzca un mecanismo natural potencialmente dañino y los daños esperables. Los daños esperables dependen de los elementos expuestos (población, edificios, infraestructuras, etc.) y de su vulnerabilidad. En esta zona geográfica fronteriza, que ya de por si tiene una alta probabilidad de terremotos de gran magnitud a los que sus habitantes viven expuestos, existen diversos factores que agudizan la vulnerabilidad, como es la presencia de población añadida desplazada por la guerra en Siria, que vive en construcciones poco seguras y con enormes dificultades para cubrir sus necesidades más básicas. Muy a menudo, los conflictos bélicos con desplazamiento de población incrementan el riesgo frente a desastres naturales, y, por desgracia, este es un claro ejemplo.