Autor/es reacciones

César Menor Salván

Astrobiólogo y profesor de Bioquímica en la Universidad de Alcalá

Los resultados de los análisis de las muestras recogidas en Ryugu son muy esperados por los astrobiólogos que trabajamos en química prebiótica y este estudio es una gran noticia y, en parte, nos deja con la necesidad de conocer más.  

En primer lugar, hay que aclarar con firmeza que confirmar la presencia de moléculas como uracilo en asteroides del tipo de Ryugu no responde a cuestiones esenciales en la investigación sobre el origen de la vida. Tampoco sugiere en absoluto que el aporte de materia orgánica desde el espacio fuera necesario para el origen de la vida en la Tierra. Esta es una interpretación errónea que hacen los medios frecuentemente cuando se presentan este tipo de resultados. Este trabajo no apoya ninguna hipótesis sobre panspermia, ni indica que la vida o sus componentes tuvieron que venir desde el espacio ni que los impactos de meteoritos fueran necesarios para ello. El hecho de que haya uracilo en un asteroide no ayuda a entender mejor cómo se originó la vida. La aparente paradoja es que, por ello, es un trabajo muy interesante. 

Este trabajo es, entonces, importante, en mi opinión, por dos motivos. Primero, porque los resultados de los análisis de Ryugu no sorprenden y son coherentes con los análisis de meteoritos de tipo condrita carbonácea y con lo que sabemos sobre la química de estos materiales.  

Esto significa que nuestros modelos de laboratorio en química prebiótica son válidos y tenemos capacidad para predecir la composición orgánica de objetos extraterrestres. Lo que habría sido una gran sorpresa es que no hubiera uracilo y otras moléculas relacionadas. Ello implicaría que todos nuestros esfuerzos en el laboratorio no representan la realidad. Así que hallar uracilo (entre otras muchas cosas) en Ryugu es un apoyo al trabajo de los científicos experimentales; en particular al trabajo de mi equipo, pues, en parte, este estudio sobre las muestras de Ryugu ha tenido en cuenta nuestros modelos de química prebiótica.  

El trabajo, como suele ocurrir, nos deja con más preguntas que respuestas: las limitaciones en el análisis no permiten ver otros componentes esperados y nos plantea cuestiones sobre las diferencias químicas entre la superficie del asteroide, expuesta a una intensa radiación, y el interior, con más contenido en agua y protegido de las radiaciones. 

Así, esperamos con ansiedad los resultados de los análisis del asteroide Bennu, en el que esperamos que el profesor Oba y su equipo amplíen el catálogo de moléculas nitrogenadas presentes y se buscarán componentes específicos que hemos sugerido y consideramos de interés en el estudio del origen de la vida.    

En segundo lugar, este trabajo es histórico y representa un hito en la investigación espacial: la capacidad para recoger muestras prístinas en la superficie de otro cuerpo del Sistema Solar, devolverlas a la Tierra y analizarlas en detalle es un gran logro tecnológico. Además, es un análisis muy difícil técnicamente, pues las muestras son muy pequeñas y los componentes estudiados se presentan en una concentración muy baja. El equipo de trabajo se enfrentaba a un reto complejo: ¿la presencia de uracilo en la muestra es real o resultado de contaminación en la Tierra?  

En mi opinión los análisis realizados son sólidos, bien controlados y demuestran, con pocas dudas, que las moléculas encontradas son genuinas y no resultado de contaminación. Ello demuestra la capacidad de la agencia espacial japonesa para no solo recuperar las muestras desde el espacio, sino para establecer un protocolo fiable en su custodia, manejo y evitar la contaminación que convertiría las muestras en inservibles para este fin.

ES