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César Menor Salván

Astrobiólogo y profesor de Bioquímica en la Universidad de Alcalá

El trabajo de Sauterey y colaboradores presenta una discusión muy interesante acerca de la habitabilidad del Marte primitivo en una época en que, en paralelo, surgió la vida en la Tierra, hace más de 3.700 millones de años. Usando modelos geoquímicos y ecológicos los autores evalúan la posibilidad de que hayan existido ecosistemas formados por organismos con un metabolismo del tipo hidrogenotrópico y metanogénico, es decir, organismos que utilizan hidrógeno molecular como fuente de energía y generan metano, y que pudo ser la base de las biosferas primitivas tras el origen de la vida. No es correcto llamarlos bacterias, pues estas surgieron durante la evolución biológica en la Tierra tiempo después del origen de la vida, por lo que no hay razón para pensar que sean comparables biológicamente con supuestos organismos en Marte, más allá de cuál es el tipo de metabolismo que utilizan.

Aunque el trabajo se basa en modelos teóricos del clima y ecológicos, lo cual siempre es una limitación y deberán ser corroborados por futuras exploraciones, es consistente con lo que sabemos acerca de la vida en la Tierra y nos aporta algunas ideas interesantes.

Primero, que el Marte primitivo pudo ser habitable –desde el punto de vista de los organismos metanógenos; nosotros nunca pudimos haber respirado allí– y que hay una probabilidad relativamente alta de que hubieran surgido ecosistemas metanogénicos basados en H2 en algunas zonas del planeta. Esto pudo ser comparable con la situación en la Tierra. Pero, por otro lado, las diferencias climáticas, geoquímicas (como la salinidad) y, sobre todo, de características y composición de la atmósfera, condicionó la evolución de esos ecosistemas. Así, mientras que en la Tierra la actividad de las metanógenas pudo favorecer la habitabilidad y la evolución de la vida, en Marte pudo ser todo lo contrario, provocando estos organismos un enfriamiento global del planeta.

Por ello, la vida en Marte debió proseguir bajo la superficie, cada vez más profundamente, utilizando procesos geoquímicos como fuente de hidrógeno. 

Aunque, a primera vista, parezca que el artículo nos dice que Marte fue habitable y que hubo una probabilidad alta de que se originase la vida allí, los autores sugieren que el planeta perdió habitabilidad tempranamente en la superficie y en las zonas más cercanas a ella, por lo que, en el improbable caso de que la vida en Marte hubiese proseguido o de que haya vida actualmente, esta debe encontrarse en zonas profundas bajo la superficie.

El modelo propuesto también es interesante desde el punto de vista de la exploración del planeta, pues se calcula que las áreas con mayor probabilidad de que hubiera surgido un ecosistema metanógeno o que este se hubiera mantenido más tiempo en la proximidad de la superficie son el cráter Jezero, la Hellas Planitia y la Isidis Planitia, por lo que son los sitios ideales para buscar biomarcadores, es decir, huellas que pudieron dejar aquellos ecosistemas ancestrales y que serían definitivos para conocer qué pasó realmente.

ES