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Adrián Regos Sanz

Investigador posdoctoral Ramón y Cajal en la Misión Biológica de Galicia (MBG-CSIC) y jefe del grupo de investigación ECOP – Ecología del Paisaje

Un año más, y en plena ola de calor, sentimos la impotencia de ver nuestros bosques y espacios naturales más emblemáticos arder con pocas opciones realistas para hacerles frente. ¿Y a qué se debe esta recurrente situación? El problema no es reciente, viene de largo. En España, como en muchos países del sur de Europa, el abandono rural y la consecuente pérdida de la actividad agropastoral tradicional ha favorecido la transición hacia paisajes más inflamables. La cantidad de ‘combustible’, es decir, de vegetación disponible para arder, ha aumentado en las últimas décadas. El abandono que está sufriendo nuestro mundo rural desde mediados del siglo pasado no solo conlleva un mayor riesgo de incendio sino la pérdida progresiva del gran valor cultural asociado a estas actividades tradicionales, además de una pérdida irreparable de biodiversidad —son muchas las especies adaptadas a los hábitats creados por la agricultura y ganadería extensiva en nuestro país—. Gran parte de nuestros pastizales, brezales o humedales han sido progresivamente reemplazados por plantaciones forestales, cuya planificación responde exclusivamente a intereses económicos y cuya gestión brilla por su ausencia.  

Pero el aumento en la intensidad y severidad de los incendios que estamos sufriendo en la última década no solo responde a esta variable. Es su interacción con otros factores lo que hace de esta compleja ecuación un problema difícil de resolver. Las políticas actuales de extinción están centradas en la supresión inmediata de cualquier tipo de incendio, independientemente de las condiciones y la intensidad con la que se produzca. Esta política está favoreciendo paradójicamente la acumulación de ‘combustible’, al privar a nuestros ecosistemas de un proceso ecológico fundamental, el fuego. ¿Cómo gestionar nuestros paisajes forestales sin fuego?, ¿dónde están los recursos para una gestión a escala de paisaje que nos permita hacer frente a esta nueva generación de incendios? Vienen para quedarse y necesitamos ser conscientes de que el calentamiento climático solo va a favorecer las condiciones para que estas olas de incendios se repitan con más frecuencia y virulencia. La acumulación progresiva de vegetación sin gestionar, bajo las condiciones de sequía y estrés hídrico a la que están expuestas, crea las condiciones ideales para la generación de eventos extremos ante los cuales las brigadas de extinción tienen poco que hacer, más allá de arriesgar sus vidas.   

Necesitamos ser conscientes del problema. Necesitamos crear paisajes más resistentes y resilientes a los grandes incendios forestales, caminar hacia territorios ‘fire-smart’. Nuestros paisajes necesitan una gestión proactiva, adaptativa y holística que permita un desarrollo rural compatible —a medio y largo plazo— con la biodiversidad y los servicios ecosistémicos. Para ello es necesaria una actitud conciliadora, integradora y una visión holística que favorezca las sinergias entre las diferentes políticas sectoriales y reduzcan los riesgos asociados con el cambio climático y el abandono rural en nuestro país. El Pacto Verde Europeo ofrece el marco normativo para hacer frente a estos retos, y sin duda, una oportunidad única para integrar una visión ‘fire-smart’ en las nuevas políticas energéticas, ambientales y agroforestales.

ES