José César Perales
Catedrático en el departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada
¿El estudio se apoya en datos y métodos sólidos?
“El estudio presenta algunas fortalezas metodológicas, aunque los resultados no respaldan todas las conclusiones tal y como se expresan en el resumen.
Las principales fortalezas son dos. La primera es la medición de variables psicológicas mediante EMA (Ecological Momentary Assessment), que consiste en recoger datos en tiempo real, a lo largo del día, mediante recordatorios momentáneos y diarios electrónicos. Al no depender de la memoria ni de la recolección retrospectiva, estas medidas suelen considerarse menos vulnerables a sesgos o distorsiones.
La segunda fortaleza es la recogida de información sobre el uso de dispositivos móviles a través de estadísticas generadas por el propio aparato, en lugar de basarse únicamente en autoinformes, que se sabe son poco fiables, como demuestra la baja correlación entre las estimaciones subjetivas y los registros objetivos”.
¿Cómo encaja con trabajos previos? ¿Qué novedades aporta?
“La principal novedad radica en los avances metodológicos de registro. En cuanto a los resultados, son muy similares a los ya conocidos.
En primer lugar, apenas existe correlación entre el tiempo de uso objetivo y el bienestar emocional o psicológico. Solo las percepciones subjetivas muestran cierta relación, lo que suele interpretarse como que las personas que ya consideran inadecuado su uso del dispositivo tienden a sentirse menos satisfechas con su estado psicológico general. Sin embargo, esa relación desaparece cuando se emplean indicadores objetivos.
El otro resultado presentado como relevante es la reducción de síntomas depresivos y ansiosos en quienes participaron voluntariamente en la fase de ‘desintoxicación’ de redes sociales. Este efecto, como ya se había observado en estudios anteriores, es muy modesto, con tamaños de efecto entre d = -0.05 para soledad y d = -0.44 para depresión y ansiedad. Conviene recordar que, en valor absoluto y usando los estándares habituales, 0.3 se considera un efecto pequeño, 0.6 mediano y 0.9 grande, por lo que los resultados se sitúan en el rango de los efectos pequeños o entre pequeños y medianos. Además, los porcentajes que aparecen en el resumen y las tablas, como la reducción de la ansiedad en un 16,5 %, carecen de significado, ya que las escalas de depresión y ansiedad no tienen un cero absoluto.
Estos efectos pueden expresarse de otra manera. Por ejemplo, una d = -0.44, la máxima observada en este estudio, implica que un 62 % de las personas sometidas a la ‘desintoxicación’ presentarían un nivel de depresión menor que una persona elegida al azar que no participara en la intervención, lo que supone solo un 12 % por encima del azar.
En relación con lo anterior, el estudio también señala que quienes partían de niveles más altos de ansiedad o depresión se beneficiaron más de la desintoxicación. Sin embargo, la muestra inicial tenía niveles muy bajos, lo que limita el margen de mejora. Dicho de otro modo, quienes ya tenían pocos síntomas no podían mejorar, mientras que los que estaban peor sí podían hacerlo. Es inevitable, por tanto, que la mejora se concentre en quienes partían de un peor estado inicial. Sorprende que una sobreinterpretación de este tipo haya superado la revisión por pares”.
¿Hay limitaciones importantes que haya que tener en cuenta?
“Sin duda. Más allá de los matices interpretativos sobre los tamaños de efecto, existen varias limitaciones considerables.
La primera es que la participación en la fase de ‘desintoxicación’ fue voluntaria. No solo no hubo grupo de control, sino que el grupo de intervención se conformó por autoselección. En estudios de intervención, la autoselección se considera una mala práctica, ya que introduce sesgos al permitir que solo los más motivados o con mayores expectativas participen.
La segunda limitación está relacionada con la anterior. La ‘desintoxicación’ no pudo aplicarse bajo condiciones de doble o simple ciego. Los participantes sabían que estaban en la intervención y podían intuir su objetivo. Un principio básico en este tipo de estudios es evitar que los participantes conozcan o adivinen la condición en la que se encuentran o el propósito de la intervención. En este caso, lograrlo era prácticamente imposible. Los propios autores lo reconocen en el apartado de limitaciones al afirmar que "el comportamiento de los participantes pudo verse afectado por la reactividad al ser monitorizados y por la autoselección, lo que limita la validez causal". Sin embargo, reconocerlo no soluciona un problema que afecta directamente a las conclusiones, mucho más visibles que las limitaciones en el cuerpo y el resumen del artículo.
La tercera limitación es la ausencia de un grupo control. Esto significa que la reducción de síntomas ansioso-depresivos podría deberse a factores externos, como la remisión espontánea, y no necesariamente a la intervención. En consecuencia, no es posible establecer inferencias causales”.
¿Qué relevancia tiene este estudio en la práctica clínica?
“Desafortunadamente, en términos prácticos y clínicos, su relevancia es muy modesta, y existe el riesgo de que se sume a la larga lista de trabajos poco concluyentes y fácilmente sobreinterpretados que abundan en este campo.
El principal mérito es metodológico, gracias al uso de EMA y de indicadores objetivos de uso. En cuanto a los efectos, se puede concluir que las personas que ya valoran negativamente su uso del móvil y de las redes sociales, y que presentan altos niveles de insatisfacción, podrían beneficiarse de reducirlo. En la población general, sin embargo, una intervención de este tipo tiene, en el mejor de los casos, un efecto casi imperceptible. Con toda probabilidad, los sesgos de expectativas, la autoselección y la falta de grupo control inflan los resultados, que ya de por sí son pequeños. Esto permite concluir que los hallazgos sugieren más bien lo contrario de lo que se afirma: las intervenciones masivas para reducir el uso de redes sociales o dispositivos móviles tienen muy pocas posibilidades de ser eficaces o costo-eficientes".