Almudena Trucharte Martínez
Profesora contratada doctora de la Universidad Camilo José Cela, investigadora en el Instituto de Investigación Sanitaria HM Hospitales (Madrid) e investigadora colaboradora en el departamento de Personalidad, Evaluación y Psicología clínica de la Universidad Complutense de Madrid
Este informe de la OMS nos recuerda algo esencial: somos seres sociales por naturaleza. No se trata solo de cuántas personas nos rodean, sino de la calidad de esas relaciones. Una conversación significativa, una palabra amable o el simple gesto de saludar a un vecino pueden tener un impacto enorme en nuestra salud y en la cohesión social. La desconexión social no es solo una experiencia individual dolorosa, es un problema de salud pública que afecta al bienestar, al rendimiento académico, al empleo y a la esperanza de vida. Y afecta sobre todo a los más jóvenes: uno de cada cuatro adolescentes en el mundo dice sentirse solo.
La buena noticia es que hay soluciones. Sabemos qué funciona: campañas que visibilicen el problema, políticas públicas que prioricen la conexión social, espacios comunitarios que faciliten el encuentro y apoyo psicológico para quienes lo necesiten. Apostar por la conexión humana es una necesidad urgente y es invertir en salud física y mental. Estamos en un momento clave: si queremos sociedades más fuertes y con futuro, debemos situar la conexión social en el centro de nuestras decisiones colectivas, desde el diseño de ciudades hasta las estrategias digitales.