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Maira Bes-Rastrollo

Co-coordinadora del grupo de trabajo de Nutrición de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, y miembro de CIBERobn

Este nuevo trabajo, siguiendo una metodología científica muy sólida, nos aporta nueva evidencia para pensar que aquello con los que nos alimentamos hoy tendrá consecuencias para nuestra salud mental mañana. 

Se trata de un estudio con seguimiento realizado en dos grandes estudios de cohortes de la Universidad de Harvard, la cohorte de las enfermeras americanas y la cohorte de los profesionales sanitarios con más de 42.000 participantes. Los investigadores pudieron observar cómo en aquellas personas que consumían más alimentos ultraprocesados (de media 11 raciones al día), alimentos caracterizados porque han sido elaborados industrialmente y suelen contener una larga lista de ingredientes con aditivos como edulcorantes, colorantes, emulsionantes o potenciadores del sabor, era 2,5 veces más común que desarrollaran tres o más signos prodrómicos no motores para la enfermedad de Parkinson que aquellos que de media consumían 3 alimentos ultraprocesados al día. En menor medida, para los participantes que consumían de media 6 alimentos ultraprocesados era 1,5 veces más común que desarrollaran 3 o más signos prodrómicos incluyendo problemas de olfato (hiposmia), estreñimiento, probable trastorno de conducta del sueño REM, problemas de visión con los colores, somnolencia diurna, dolor corporal y síntomas depresivos. Cuando analizaron cada signo prodrómico no motor por separado, se observó una asociación positiva con el trastorno de la conducta del sueño REM, el estreñimiento, el dolor corporal y los síntomas depresivos. 

Al analizar los distintos grupos de alimentos ultraprocesados, los snacks dulces y las bebidas azucaradas o edulcoradas fueron los que aumentaron en mayor medida el riesgo de desarrollar estos signos prodrómicos. 

El hecho de analizar los signos prodrómicos no motores del párkinson es una ventaja, ya que estos aparecen diez o veinte años antes que el diagnóstico clínico, lo que proporciona una oportunidad para llevar a cabo intervenciones tempranas para prevenir el desarrollo de párkinson. No obstante, sería deseable disponer de otros estudios que también observen una relación entre el consumo de ultraprocesados y la incidencia del diagnóstico de enfermedad de Parkinson, no solo con los primeros signos no motores de la enfermedad. 

De todas formas, estos resultados siguen apoyando la necesidad de desalentar el consumo de alimentos ultraprocesados, no solo por su mayor riesgo con las enfermedades metabólicas, sino también con las enfermedades mentales y la necesidad de seguir promocionando en la población la dieta mediterránea, basada en alimentos mínimamente procesados con un alto consumo de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, pescado y aceite de oliva.

ES