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Víctor Briz

Científico Titular en el Instituto de Salud Carlos III, en el área de Toxicología Ambiental del Centro Nacional de Sanidad Ambiental

Los trastornos del neurodesarrollo, tales como el autismo y la discapacidad intelectual, pueden ser originados por múltiples factores genéticos y medioambientales. Mientras que sus causas genéticas se han investigado en profundidad a lo largo de los últimos años, el conocimiento sobre los diferentes factores ambientales implicados en estos trastornos neurológicos es mucho menor. En el estudio publicado en la revista PLOS Biology, los autores utilizan varios modelos de ratón del trastorno del espectro autista (TEA) para demostrar que la suplementación en la dieta de varios nutrientes durante solo una semana es capaz de mejorar la sintomatología neurológica de estos ratones, lo que se ve reflejado en una mejora de su conducta social y de sus habilidades cognitivas (memoria). Además, los autores correlacionan dichas mejoras conductuales en los ratones con el restablecimiento de la actividad y conectividad de una región cerebral concreta como es la amígdala basolateral, implicada en la memoria asociativa ante situaciones de miedo o dolor. Así, la combinación de dosis bajas de cinc (Zn), serina y otros aminoácidos de cadena ramificada (como leucina, isoleucina y valina), pero no cuando se administran de manera individual, tiene un efecto beneficioso aliviando los déficits sociales relacionados con el TEA en estos ratones. 

Los autores se basan en trabajos previos para explicar los mecanismos de acción de estos suplementos alimentarios. Aunque muestran mediante experimentos de proteómica que dichos nutrientes aumentan los niveles de ciertas proteínas sinápticas con funciones importantes en la comunicación neuronal, no demuestran que los síntomas de TEA sean causados por déficits en esas proteínas o en dichos nutrientes. En mi opinión, para entender mejor las alteraciones moleculares implicadas, el análisis proteómico y la validación posterior mediante inmunoblot debería haberse realizado en las áreas del cerebro afectadas (la amígdala basolateral) y no en todo el cerebro, ya que probablemente eso haya enmascarado los datos más relevantes para el estudio. 

Aunque interesantes y prometedores, estos resultados han de tomarse con cautela; convendría llevar a cabo estudios epidemiológicos y clínicos para que sean validados en humanos.

ES