Autor/es reacciones

Luis Valero Aguayo

Catedrático de Psicología

En principio, el artículo no es una investigación, es una “hipótesis” sobre el efecto que puede tener la propia situación ansiógena de la madre en el embarazo y en los padres después del nacimiento sobre el futuro del niño o niña en la adolescencia. No se presentan datos de una investigación concreta, sino una argumentación hacia esa hipótesis, apoyada en otros autores o investigaciones.  

Podemos estar de acuerdo, y es muy aceptado, que el desarrollo neurológico desde el embrión y los cambios ambientales pueden modificar la expresión de los propios genes. El estudio sobre neurodesarrollo y fenotipo es un campo asentado. También, el hecho de que parece estar aumentando la incidencia de ansiedad y estrés entre los adolescentes actuales parece probado, pero a qué se debe ese aumento es donde está la dificultad.  

Este artículo insiste en que esos dos primeros años de desarrollo son fundamentales para la expresión de ansiedad en la adolescencia posterior. Que yo sepa, no hay ningún experimento que haya comparado maternidades con y sin estrés y su efecto diez o quince años después. Sí que hay estudios que muestran la “imitación” de los patrones de ansiedad de madres (culturalmente, sobre todo) a hijas. Los niños y las niñas aprenden lo que ven, por lo que podrían hipotetizarse otros mecanismos más directos de aprendizaje, y no necesariamente alteraciones neurológicas, para explicar ese aumento de la ansiedad posterior.  

Por otro lado, es también más explicable esa ansiedad en adolescentes y jóvenes por las condiciones sociales y culturales de cada momento. Los adolescentes de ahora están sometidos a mucha más presión en todos los aspectos de su vida: comenzando por el uso de móviles y tabletas desde que tienen un año (una estimulación continua que conlleva hiperactividad), la imitación y comparación en las redes sociales (que lleva a problemas de imagen y autoestima), las exigencias educativas cada vez mayores (con gran ansiedad a ser juzgado), una sobreprotección excesiva (desarrollan miedo al fracaso) y un largo etcétera de factores presentes en el siglo XXI que no estaban a finales de siglo y menos aún en los años 50.   

En suma, el artículo es interesante. Es una hipótesis teórica, quizás en una parte podría tener razón, pero habría otros factores más directos e inmediatos que podrían explicar esa elevada ansiedad en los adolescentes. Desde mi punto de vista, si los factores que producen estrés los tenemos delante de nuestras narices, para qué vamos a buscarlos en la niñez, aunque ahí es donde comiencen. Y el párrafo donde hipotetiza que los adolescentes ansiosos buscan líderes y una sensación de seguridad política, ya da un salto teórico total.

ES