Santiago Pérez-Hoyos
Investigador del departamento de Física Aplicada y del Grupo de Ciencias Planetarias de la Escuela de Ingeniería de Bilbao de la Universidad del País Vasco UPV/EHU
Los anillos de Saturno son, sin duda, una de las estructuras más llamativas del sistema solar. Conocidos desde las primeras observaciones telescópicas del siglo XVII, constituyen el sistema de anillos más desarrollado y espectacular que conocemos. Sin embargo, aún persisten numerosas incógnitas sobre cómo, cuándo y por qué se formaron. Gracias principalmente a la misión Cassini, que orbitó el planeta entre 2004 y 2017, existe un cierto consenso actualmente en que los anillos son jóvenes en términos astronómicos, habiéndose formado hace "solo" unos 100 millones de años. El trabajo de Wisdom y colaboradores ofrece una explicación plausible de cómo esta formación pudo tener lugar.
Según este trabajo, Saturno pudo tener en el pasado una luna, a la que bautizan como Chrysalis, que durante su evolución orbital pudo dar lugar tanto a los anillos como a otras peculiaridades orbitales, tales como la inclinación de la órbita del planeta, muy similar a la de la Tierra. Este modelo parece encajar muy elegantemente con las variaciones orbitales de otros satélites como Titán y con las interacciones gravitatorias que todo el sistema de Saturno establece con el cercano Neptuno. También las estimaciones de masa encajan con la idea que tenemos del cuerpo que, al desgajarse, pudo formar los anillos. Además, la idea de que un planeta que hoy día cuenta con más de ochenta lunas conocidas pueda haber tenido algún satélite más o menos no resulta en absoluto descabellada.
En todo caso, aunque esta hipótesis es aparentemente firme y resiste un primer análisis detallado, será necesario continuar estudiando tanto los anillos de Saturno como las complicadas interacciones gravitacionales que se establecen entre ellos, el planeta, sus numerosos satélites y los planetas vecinos. Desgraciadamente, no contaremos en un futuro cercano con una misión espacial que pueda analizar este problema in situ y tendremos que conformarnos con las observaciones desde los observatorios astronómicos y con los cálculos numéricos como los que presenta este estudio.