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Rosa del Campo

Investigadora en el Hospital Ramón y Cajal y miembro del Grupo Especializado para el Estudio de la Microbiota Humana de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC-GEMBIOTA)

En ambos trabajos se proponen estudiar las particularidades de la microbiota en la encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica. Esta enfermedad no tiene criterios diagnósticos concretos y a veces es un problema llegar a etiquetarla correctamente. En parte está relacionada con la fibromialgia y muchas veces se mete todo en el mismo cajón. Así pues, una de las principales limitaciones es un correcto diagnóstico.  

Los dos estudios son de alta calidad científica por todos los pacientes reclutados, las técnicas empleadas y los estudios bioinformáticos que han desarrollado. 

Las poblaciones de estudio son diferentes. En el estudio de Guo et al. son pacientes con síntomas de intestino irritable (referidos por ellos mismos, por lo que no tienen tampoco diagnóstico seguro) y pacientes sin síntomas intestinales. El estudio de Xiong et al. diferencia entre pacientes de corta evolución, cuatro años, y de larga evolución, diez años.  

Ambos utilizan controles sanos en los que se supone que han emparejado el ambiente y la influencia geográfica. Ambos se centran en la composición de la microbiota, pero sobre todo en la funcionalidad, y en concreto respecto a los ácidos grasos de cadena corta, que son un metabolito exclusivo de las bacterias, es decir, los humanos no tenemos capacidad de sintetizarlo. Lo más llamativo es que todos los pacientes tienen menor concentración de butirato y propionato en las heces, y a ello achacan la inflamación de la enfermedad y el bajo metabolismo de estos pacientes. También hay una deficiencia de respiración de las bacterias que es llamativa. 

Esta enfermedad, o este conjunto de enfermedades, siempre ha tenido un inicio de los síntomas con un cuadro viral sistémico, al que la mayoría de los pacientes hacen referencia. Este cuadro se supone que sería el detonante de las alteraciones intestinales (recordemos que algunos virus son bacteriofágos y podrían contribuir al equilibrio ecosistema intestinal). En el estudio de Xiong et al. comentan que a los cuatro años las diferencias en cuanto a composición de la microbiota intestinal son mucho más pronunciadas que a los diez años de la enfermedad, lo que podría representar la capacidad de la microbiota de recuperar su diversidad inicial con el paso del tiempo. 

Es importante también diferenciar entre los pacientes que refieren intestino irritable de aquellos que tienden más al estreñimiento, sin duda esto podría indicar diferentes escenarios en lo referente a la microbiota. 

La mayor novedad es que demuestran con conclusiones sólidas que en los enfermos hay menos producción de butirato y que está significativamente relacionado con una menor cantidad de Faecalibacterium y Eubacterium. Ante estos resultados se debería plantear una intervención, bien con administración externa de butirato, o bien de las bacterias productoras. Finalmente, por fin se encuentran resultados analíticos que podemos medir para monitorizar la evolución de esta enfermedad, que por el momento no tenía resultados analíticos fuera de la normalidad. 

Ambos estudios han tenido muy en cuenta las limitaciones principales de esta patología, pero como se mencionaba anteriormente, quizás la más relevante sea la falta de criterios diagnósticos y la gran variedad de síntomas que presentan los pacientes, lo que impide tener cohortes uniformes. Por otro lado, hace mucho tiempo que se sospecha de la contribución de la microbiota a esta patología, pero sin duda el factor humano debe ser aún concretado. Quizás, al igual que las bacterias, las células humanas tengan un déficit de respiración y por ello se ralentiza el metabolismo. Sin duda falta aún mucho por descubrir en esta enfermedad, pero por primera vez se encuentra un metabolismo intestinal diferente en pacientes y controles sanos y referido al butirato, del que ya se conoce que es una fuente de energía para las células de la mucosa intestinal.

ES