Robert Monjo
Director de Investigación e Innovación de la Fundación para la Investigación del Clima (FIClima) y profesor asociado en el Departamento de Álgebra, Geometría y Topología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Desde mi punto de vista, el episodio de Daniel que afectó a Grecia y luego a Libia ha podido tener una mayor intensidad de la que se esperaría con el clima histórico debido al gran volumen de agua precipitable que hay ahora en la atmósfera, en gran parte, relacionada con la descomunal anomalía térmica de los océanos. Y, sin duda, con el cambio climático, los océanos seguirán calentándose mucho más. Por lo tanto, estas intensidades podrían repetirse con mayor probabilidad en un futuro muy cercano. La formación de ciclones mediterráneos no es un fenómeno nuevo, y aun asumiendo las posibles dudas sobre si se formarán con mayor frecuencia, lo que sí podemos afirmar claramente es que, una vez se formen, la intensidad sí está directamente relacionada con la cantidad de agua precipitable, que está aumentado.
En cuanto a la investigación, lo primero que debo destacar es la rapidez en realizar este estudio tan complicado desde el punto de vista climatológico. El estudio presenta una calidad más que suficiente como para tenerse en consideración. Si bien, algunos comentarios menores son:
- Se requiere analizar las limitaciones del ERA5 para estos casos tan extremos.
- Las figuras 7 y 8 no se aprecian bien, pero parece que en el primer caso existe algo de relación estadística entre la temperatura y la máxima de lluvia en 4 días por cada año; no así en la figura 8, al menos no de forma tan clara.
Probablemente se necesite ampliar más el periodo de estudio a, al menos, 100 años de datos históricos (observados o simulados) para el caso de Libia. El clima mediterráneo tiene tanta variabilidad que es muy difícil encontrar tendencias estadísticamente significativas en pocas décadas.
Es muy difícil medir la probabilidad de eventos tan extremos que tienen una frecuencia menor de "una vez cada 100 años", ya que no existen apenas datos observados para contrastar y validar los modelos. Cualquier registro de intensidades horarias nunca antes observadas presenta por definición un incremento de "1 ahora frente a 0 antes". Por tanto, se necesitan utilizar funciones teóricas que permitan extrapolar una probabilidad de fenómenos que nunca han ocurrido. La técnica de usar distribuciones teóricas es muy difícil de verificar para variables como la precipitación ya que se alejan mucho del comportamiento típico gaussiano, como es el caso de la temperatura.
Pienso que los autores deberían utilizar también datos observados de estaciones meteorológicas largas (al menos 50 o 100 años) para analizar mejor los periodos de retorno. Los modelos y reanálisis son insuficientes para estos casos de eventos de lluvia extrema [como en el caso de las ocurridas en España]. De hecho, la parametrización de los modelos es, en general, más adecuada a situaciones de lluvia típica más que la extrema, con lo cual, tienden a subestimar las intensidades subdiarias.