Robert Richmond
Director del Laboratorio Marino Kewalo de la Universidad de Hawái en Manoa y miembro del Panel de Expertos de Asesoramiento Científico del Foro de las Islas del Pacífico
La decisión de Japón de seguir adelante con el vertido del agua tratada y contaminada radiactivamente no es sorprendente, pero sí decepcionante. Tanto Japón como el OIEA pueden convertir una situación difícil en una oportunidad para explorar y desarrollar mejores enfoques para los desastres nucleares que el vertido en el océano.
Teniendo en cuenta el deterioro documentado de la salud de los océanos y de las comunidades que dependen de ellos, deberíamos esperar algo mucho mejor de quienes ocupan puestos de autoridad y responsabilidad. Esta decisión viola el espíritu de la Década Oceánica de la ONU y el recientemente aprobado Tratado de Alta Mar de la ONU, así como los derechos de las comunidades indígenas del Pacífico.
No es el primer desastre de este tipo ni será el último, y esta decisión socava la premisa de que la industria de la energía nuclear es viable y responsable en su capacidad para hacer frente a sus propios errores y residuos. Como dice el refrán, los que no aprenden de la historia se ven obligados a repetirla, y esta acción irá en detrimento de las generaciones futuras, que probablemente sufrirán las consecuencias de decisiones que se toman basándose en la conveniencia, la política y el beneficio por encima de las personas.