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Cristina Carrasco Romero

Profesora sustituta e investigadora del departamento de Fisiología en la facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Extremadura

Los resultados del artículo que publica la prestigiosa revista Science Advances, tras pasar por el pertinente proceso de revisión por pares que corrobora la solidez del estudio, vienen a sumarse a la escasa evidencia científica existente sobre los diversos factores que podrían confluir en la regulación del ciclo menstrual. Si bien se conoce el influjo del eje hipotálamo-hipófisis-ovario en la fluctuación hormonal cíclica que permite la sucesión de las distintas etapas del ciclo ovárico/uterino, aún no se ha entendido completamente la naturaleza de otros posibles factores que, actuando sobre este eje, podrían estar implicados en la coordinación de un proceso fisiológico vital para nuestra supervivencia como especie. 

En líneas generales, este estudio analiza dos grandes bases de datos epidemiológicos procedentes de Europa y Norteamérica, obtenidas a partir de la información sobre los ciclos menstruales de mujeres entre 18 y 50 años sin patologías relacionadas. El objetivo del mismo fue doble: por un lado, determinar si las variaciones en la ritmicidad mensual del ciclo menstrual, es decir, en lo referente a su duración, podrían estar regidas por algún tipo de reloj circadiano desconocido (como sucede con otros relojes internos que se sabe rigen a diario nuestra vigilia-sueño, tensión arterial, temperatura, producción de enzimas y hormonas, etc.); por otro, si dichas variaciones podrían estar sincronizadas con un proceso externo tan determinante para otros sucesos naturales como es el ciclo lunar.  

Así, aplicando métodos para el análisis numérico de ritmos circadianos, los autores concluyeron que sus resultados respaldaban la existencia de ese hipotético reloj endógeno. Este serviría para corregir las discrepancias en la duración del ciclo menstrual que se da a lo largo de un determinado periodo de tiempo, es decir, la alternancia entre ciclos más cortos con otros inusualmente más largos para compensar la oscilación en torno a una periodicidad marcada internamente. Tal y como señalan los investigadores, el mecanismo podría ser parecido al que pone en marcha nuestro organismo para corregir la descompensación en el ritmo sueño/vigilia tras un viaje intercontinental, el famoso jet lag.  

Respecto al rol sincronizador de las distintas fases del ciclo lunar con el inicio del ciclo menstrual, la asociación entre ambas variables fue moderada. Se observó que las mujeres europeas comenzaban a menstruar de manera más frecuente en luna creciente, mientras que las norteamericanas lo hacían en luna llena. Entre las posibles explicaciones, se apunta a este fenómeno como una reminiscencia de nuestro proceso evolutivo a partir de especies acuáticas que, como sucede hoy en día, dependen de las mareas para reproducirse. Ambas conclusiones resultan muy interesantes y suponen un punto de inflexión en el avance del conocimiento sobre la fisiología reproductiva femenina. 

Entre las limitaciones, que los propios autores destacan, se encuentra la diferencia en las épocas en las que se recogieron las bases de datos analizadas (entre los años 1960-1990 para la base de datos europea, frente a los 2000 en la norteamericana). Esto podría influir en los resultados obtenidos, particularmente, en las diferencias geográficas respecto a la sincronización de los ciclos lunar y menstrual. Los hábitos de vida (alimentación, actividad física, socialización, exposición solar y artificial, etc.) influyen en el funcionamiento de nuestro cuerpo, incluida la reproducción, y que han cambiado mucho en los últimos 60 años. Por tanto, sería recomendable realizar más investigaciones que permitieran corroborar los indicios obtenidos haciendo uso del big data actual, disponible gracias a las aplicaciones móviles que utilizamos millones de mujeres de todo el mundo para monitorizar nuestro ciclo menstrual.  

Por último, cabe destacar la aplicación clínica de tal evidencia, particularmente, en relación con los problemas de fertilidad y a su potencial abordaje terapéutico desde una perspectiva cronobiológica, la cual ha mostrado ser eficaz frente a otras patologías como el cáncer, las alteraciones del sueño o la depresión. De este modo, podríamos avanzar en el campo emergente de la medicina circadiana personalizada. 

Para propios y extraños de la cronobiología, llama la atención que a estas alturas de nuestra historia como especie aún no conozcamos con detalle la fisiología reproductiva de las mujeres, y en particular, la influencia de diversos factores, tanto internos como externos, en la regulación del ciclo menstrual. Esto no hace más que resaltar la necesidad de reforzar la investigación actual en el campo de la salud femenina, con el objetivo de ir alejándonos de esa visión androcentrista que ha imperado en la Medicina moderna para acercarnos a los objetivos 3 y 5 de Desarrollo Sostenible —‘Buena salud y bienestar’ e ‘Igualdad de Género’, respectivamente— promulgados por la Organización Mundial de la Salud.

ES