Rafael Yuste
Profesor de Ciencias Biológicas y director del Centro de NeuroTecnología de la Universidad de Columbia (Nueva York), presidente de la Fundación NeuroRights e impulsor del proyecto BRAIN
El trabajo me parece espectacular. Es riguroso y de buena calidad. Es un estudio que se engloba dentro de la conectómica, una nueva neurotecnología para reconstruir sistemáticamente los cerebros de distintos animales utilizando técnicas automatizadas de microscopia electrónica. Esto empezó con el trabajo pionero y casi heroico de White en el laboratorio de Brenner en Cambridge, en un artículo que llamaron con humor “La mente del gusano”, precisamente cuando yo estaba trabajando allí, y ahora se ha convertido en un proceso casi industrial, con la involucración de grandes grupos de biólogos, microscopistas, ingenieros e incluso de grandes compañías tecnológicas, con un progreso inexorable a cerebros de especies cada vez más complejas.
Estos datos son importantes para entender las computaciones cerebrales y cómo generan el comportamiento. De hecho, los mapas del cerebro de la Drosophila ya han dado pie a varios estudios de primer nivel que explican el mecanismo del procesamiento de información de sus circuitos neuronales. La Drosophila fue introducida en la biología en el laboratorio de Morgan, en mi propio departamento en la Universidad de la Columbia, hace más de 100 años y revolucionó la genética. Creo que Morgan descorcharía el champan ahora ya que la Drosophila, con este empujón del mapeo de todas las conexiones de su larva, puede también revolucionar la neurociencia.
Es muy difícil realizar estos estudios, se necesitan equipos enormes, con mucha inversión de tiempo y trabajo. Por eso es importante coordinar la financiación y esfuerzos a nivel nacional e internacional en neurotecnología. Se está estudiando el mapear el conectoma del ratón en una colaboración a nivel mundial. Estos métodos se empiezan a utilizar también en el cerebro humano, pero de una manera todavía incipiente.