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Rafael Andrés Peinado Amores

Catedrático del departamento de Química Agrícola, Edafología y Microbiología de la Universidad de Córdoba

Fernando Sánchez Suárez

Ingeniero agrónomo y enólogo, investigador predoctoral del departamento de Química Agrícola, Edafología y Microbiología de la Universidad de Córdoba

En el artículo se hace una profunda revisión de los cambios que, en la producción y calidad de los vinos, ya se están produciendo por efecto del cambio climático. Además, debido al aumento de las temperaturas, de las cada vez más frecuentes olas de calor, así como de los periodos más prolongados de sequía, esta revisión prevé que habrá zonas vitivinícolas que tenderán a desaparecer, ya que el cultivo de la vid bajo las nuevas condiciones climáticas sería inviable o muy costoso. También pronostica que aparecerán nuevas zonas vitivinícola en lugares donde hasta hace poco no era posible cultivo de la vid, todo ello coincidente con multitud de estudios al respecto. 

Aunque el estudio aborda la mayoría de las zonas geográficas donde se cultiva la vid, los efectos producidos por el cambio climático sobre la calidad de la uva y del vino, así como sobre su composición química, dependerá de la zona en concreto. De especial preocupación serán los viñedos situados por debajo de los 45º N, aunque habría que tener en cuenta la altitud a la que se encentre el cultivo u otros aspectos como la exposición de los viñedos, edafología, etc. 

Otro aspecto que se destaca es la presión de plagas y enfermedades en estas posibles nuevas condiciones, donde los hongos que necesitan de mayor humedad para desarrollarse verán frenado su avance en contraposición con otros de tiempo más seco. En este sentido una importante parte de las plagas se podrán desarrollar en una ventana temporal mayor e, incluso, aumentar el número de generaciones en cada campaña, pasando de univoltinas a bi, tri o multivoltinas. 

Para mitigar los efectos debidos al cambio climático se proponen una serie de alternativas basadas principalmente en el manejo del viñedo, aunque hay otras relacionadas con el empleo de determinadas especies de levadura, durante la fermentación del mosto, que pueden ayudar a paliar los bajos niveles de acidez y a reducir en cierta medida el grado alcohólico cada vez más elevado de los vinos. 

Otra propuesta, como el empleo de variedades adaptadas a las actuales condiciones climáticas, no será efectiva en el corto plazo, ya que un viñedo recién plantado no da uvas de calidad hasta transcurridos unos años. Probablemente sea mejor injertar las nuevas variedades sobre las vides ya existentes. Estas variedades pueden resultar de gran interés para las zonas más meriodionales, siendo un ejemplo de esto la nueva inclusión de variedades más tardías en determinados pliegos de condiciones de Denominaciones de Origen como Ribera del Guadiana (España) o Burdeos (Francia). 

Hay que destacar que el trabajo realiza un análisis muy completo, e indica que la extensión exacta de estos cambios sigue siendo desconocida y dependerá de la magnitud del cambio climático junto con la capacidad para adaptarse a estos desafíos.  

ES