Óscar Álvarez Bobo
Psiquiatra e investigador principal en el Parc Sanitari Sant Joan de Deu y Fundació de Recerca Sant Joan de Deu y secretario de la Sociedad Española de Medicina Psicodélica
Este nuevo estudio evalúa la eficacia de la psilocibina, administrada en un formato grupal, para el tratamiento de la depresión en pacientes con cáncer. Los resultados son muy significativos, con diferencias de 19 puntos en la escala de depresión MADRS, sostenidas a los dos meses de tratamiento, y tasas de remisión sostenida desde hasta el 50 %. Se trata de un grupo de pacientes para los que el tratamiento con antidepresivos convencionales ha demostrado escasa eficacia y está plagado de dificultades –debido a efectos secundarios, retraso en su inicio de acción y la propia fragilidad física de los pacientes–. Dicho esto, no debemos olvidar por otro lado de que se trata de un estudio pequeño (30 pacientes), no controlado, que no permite extraer ninguna conclusión definitiva y generalizable sobre la eficacia de este formato de tratamiento en el mundo real.
Por otro lado, vale la pena mencionar que estos resultados están en consonancia con un cuerpo mucho más amplio de evidencia que se ha venido acumulando en los últimos 10 años. Al menos cinco ensayos clínicos controlados aleatorizados demostraron la eficacia de la psilocibina para el tratamiento de sintomatología depresiva, de los cuales dos fueron realizados precisamente en pacientes con cáncer o enfermedades terminales y dos en pacientes con depresión resistente al tratamiento (no asociada a cáncer). Todos estos ensayos tienen en común el romper con paradigmas de tratamiento psiquiátrico tradicional, basados en modelos biofarmacológicos de tratamiento crónico y centrados en el síntoma, hacia una psiquiatría que pone en el centro al paciente y su experiencia (en este caso, facilitada por el fármaco y el acompañamiento terapéutico) como mecanismo transformador de procesos patológicos.
A mi parecer, la verdadera importancia de este estudio en concreto es que se comprueba por primera vez la factibilidad de administrar este tipo de tratamientos en un formato grupal, a nivel comunitario, de manera segura y con buena tolerabilidad por parte de los pacientes. Esto tiene implicaciones muy significativas respecto al coste y a la disponibilidad de estos tratamientos para una población más amplia.
Una de las principales críticas que se han levantado en contra de las terapias con psicodélicos es su elevado coste potencial, derivado de la necesidad de tener terapeutas especialmente formados, dedicando un gran número de horas para acompañar a los pacientes antes, durante y después de la administración del tratamiento. En los ensayos clínicos realizados hasta la actualidad con diversas sustancias (como MDMA, Psilocibina o DMT), el modelo de tratamiento ofrecido tiende a variar entre unas 12h de profesional por paciente en los casos mínimamente intervencionistas, y hasta 75h de profesional por paciente en los tratamientos más intensivos (para el trastorno por estrés postraumático). A esto, evidentemente, hay que añadirle el coste de instalaciones adecuadas y con apoyo de personal auxiliar necesario. Esto, como es comprensible, despierta dudas importantes sobre la generalización de este tipo de tratamientos más allá de una población elitista que se lo puede permitir.
En este sentido, es muy bienvenido empezar a ver algún resultado que confirma la posibilidad de administrar estos tratamientos de manera grupal y en contextos comunitarios. Este formato claramente contribuiría al abaratamiento de los costes de administración y de formación de terapeutas, y, por ende, a la accesibilidad del tratamiento para los pacientes que lo necesitan.