Jordi García Ojalvo
Catedrático de Biología de Sistemas en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona
Este artículo es un ejemplo más de la necesidad de actuar de forma responsable respecto a las posibles innovaciones a las que pueden dar lugar los avances científicos. En ocasiones los científicos no hemos actuado de forma coordinada y públicamente visible (normalmente no por falta de voluntad) en anticipar y evitar los riesgos de las aplicaciones que puedan surgir de la ciencia, siendo el ejemplo más claro el desarrollo de las armas nucleares en la mitad del siglo XX. Desde entonces, la comunidad científica ha actuado de forma más taxativa, siendo el mejor ejemplo la conferencia de Asilomar de 1975, en que la comunidad científica se autoimpuso restricciones sobre el uso del ADN recombinante. Desde entonces, este tipo de acciones se intentan implementar periódicamente, con mayor o menor éxito, en áreas como la biología sintética, la clonación de seres humanos, y la inteligencia artificial.
En el caso concreto de la biología especular que se menciona en el artículo, ciertamente es un misterio aún por qué la vida en este planeta ha elegido una simetría particular en sus moléculas fundamentales, y es posible pensar que se podría desarrollar otra forma de vida usando la simetría opuesta (véase por ejemplo el episodio "Mirror, mirror" de la 2ª temporada de la serie original de Star Trek, de 1967). En principio esta nueva forma de vida podría interaccionar poco con la existente (por ejemplo podría ser que patógenos especulares no fueran eficaces en invadir huéspedes comunes), pero al no estar seguro es muy conveniente ser prevenidos y establecer protocolos que impidan situaciones dañinas en el futuro. No diseñar este tipo de vida no es una opción, si queremos seguir entendiendo mejor el universo (para mejorar la salud de nuestro planeta y sus residentes), pero no pensar con responsabilidad en las consecuencias tampoco lo es.