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Heidi Mertes

Profesora asociada de Ética Médica, Departamento de Filosofía y Ciencias Morales, Universidad de Gante, Bélgica.

Me alegra ver que por fin se han publicado los primeros resultados del grupo de la Universidad de Newcastle, tras obtener la licencia de la HFEA en 2017, y que los ocho niños nacidos gracias a esta técnica gozan de buena salud. Sin embargo, aunque los resultados demuestran que la técnica es viable y puede conducir a una reducción sustancial de la carga mutacional en los niños nacidos, también ponen de manifiesto que debemos actuar con mucha cautela.  

En línea con investigaciones anteriores del grupo de Nuno Costa-Borges esta investigación confirma la posibilidad de reversión (lo que significa que, aunque solo hay una pequeña fracción del ADN mitocondrial (ADNmt) de la madre prevista en el embrión, esta fracción a veces aumenta sustancialmente a medida que se desarrolla el feto), lo que aún podría dar lugar a enfermedades mitocondriales en los niños resultantes. Afortunadamente, las investigaciones preliminares indican que, aunque la carga mutacional parece aumentar entre la fase embrionaria y el nacimiento, parece mantenerse estable después del nacimiento.  

Estos resultados son muy importantes, ya que existía mucha incertidumbre sobre la seguridad de la MRT [terapia de reemplazo mitocondrial, por sus siglas en inglés]. Dado el carácter experimental de la MRT, era prudente utilizar PGT [test genético preimplantacional, por sus siglas en inglés] siempre que fuera posible y reservar la MRT para los casos en los que el PGT no ofrecía una solución. Será interesante disponer de más datos en el futuro sobre si la reversión es más frecuente en la TRM o en el PGT, para poder seleccionar el procedimiento más seguro.  

Aunque los niveles de heteroplasmia son limitados en este estudio, sí muestran que la reversión es un peligro real para la descendencia, lo que puede tener graves consecuencias para la salud. De ello se desprenden al menos tres conclusiones.  

En primer lugar, las personas que participen en este y en futuros ensayos clínicos deberán recibir un asesoramiento exhaustivo sobre el hecho de que no se trata de un tratamiento que elimine el riesgo, sino que lo reduce. 

En segundo lugar, necesitamos más investigación sobre los mecanismos que desencadenan la reversión, para poder prevenirla antes de que esta técnica se implemente en la atención rutinaria; y necesitamos investigación de seguimiento en los niños nacidos después de la MRT.  

En tercer lugar, es importante tener en cuenta que, al enmarcar esto como una estrategia de reducción del riesgo, estamos ignorando la posibilidad de concebir mediante un procedimiento tradicional de donación de óvulos. Si bien la paternidad genética es evidentemente importante para muchas personas, la disyuntiva a la que nos enfrentamos aquí es entre un hijo genéticamente relacionado con un alto riesgo de enfermedad mitocondrial (concepción natural), un hijo genéticamente relacionado con un riesgo reducido de enfermedad mitocondrial (PGT o MRT) y un hijo no genéticamente relacionado con un riesgo casi inexistente de enfermedad mitocondrial (a través de la concepción con donante). Si las personas que habrían optado por la concepción con donante ahora optan por la MRT, se trata en realidad de una tecnología que aumenta el riesgo, en lugar de reducirlo. 

Esta estrategia reduce el riesgo de trastornos mitocondriales en los niños cuando se compara con la reproducción natural de los padres, pero la opción más segura sigue siendo la concepción con donante, que elimina el riesgo de transmitir la enfermedad mitocondrial, en lugar de reducirlo. Aunque el donante desempeña un papel esencial en el nacimiento del niño, atribuirle la condición de progenitor basándose en una pequeña contribución genética parece injustificado. Al mismo tiempo, sería correcto llamarlo «progenitor genético» o «contribuidor genético».  

Aunque el grupo de Nuno Costa-Borges recibió muchas críticas por realizar su ensayo clínico de MRT en personas con repetidos fracasos de FIV, en lugar de en personas con enfermedades mitocondriales, debemos reconocer, en retrospectiva, que, dado el fenómeno de la reversión, su enfoque podría haber sido el más prudente. En su estudio, observaron una reversión en un bebé que pasó de tener menos del 1 % de ADN mitocondrial materno en la fase de blastocisto a entre el 30 % y el 60 % (dependiendo del tipo de tejido) al nacer. Afortunadamente, esto no supuso ningún problema, ya que el ADN mitocondrial materno no era patógeno, pero un nivel similar de reversión podría tener consecuencias devastadoras en un ensayo clínico con mujeres con trastornos mitocondriales, como el que se publica hoy en el NEJM.

ES