Mercedes Martínez Cortés
Médica especialista en salud pública, consejera técnica en la Subdirección General de prevención y promoción de la salud, Madrid Salud
Se trata de un trabajo de gran calidad y que viene a aportar información sistemática muy interesante sobre un asunto central en la salud pública mundial. Las limitaciones están comentadas en la discusión del artículo y en la nota de prensa, pero no parece que puedan tener un impacto relevante en la validez de los resultados. Los resultados y las conclusiones son perfectamente válidos para el contexto de los países desarrollados y por lo tanto para España.
Lo más importante es enfatizar la conclusión del trabajo:
“Our findings indicate that existing early, behavioural, parent-focused interventions alone are insufficient to address childhood obesity”.
Se concluye que este tipo de intervenciones no es suficiente. Es importante no extralimitar esta conclusión y convertirla en la decisión de que, puesto que no se ha demostrado la eficacia, hay que abandonar este tipo de intervenciones, tal y como se podría deducir del titular de la nota de prensa.
“A meta-analysis of 17 trials including over 9,000 toddlers found no evidence that parent-focused early childhood obesity prevention programs have an impact on young children's BMI”.
Al contrario, tal y como la propia autora explica, es necesario investigar cómo mejorarlas, incorporando nuevas metodologías de intervención psicosocial o dirigiéndolas a otros segmentos de edad y sistematizando las intervenciones para facilitar su evaluación. El problema es suficientemente importante como para seguir investigando sobre mejores formas de intervención.
Sin embargo, los autores plantean una segunda cuestión que es primordial, la importancia del ambiente social obesogénico, que dificulta la adopción de medidas eficaces por parte de los padres y carga sobre ellos el peso de resolver un problema que tiene una raíz claramente social:
“Yet, obesity is predominantly driven by upstream environmental and socioeconomic factors that are beyond the capacity of the individual to change”.
Estos supuestos son los considerados en las aportaciones teóricas de Geoffrey Rose, quien dice que los fenómenos de salud y enfermedad son un continuo en la población, y contrapone las estrategias, habitualmente utilizadas desde los servicios sanitarios, de intervenir sobre los individuos enfermos o aquellos con más riesgo, a las estrategias poblacionales en las que se trabaja con el conjunto de la población y se abordan los factores determinantes de los problemas de salud. En el caso de la alimentación de los niños, tal y como la propia autora explica, factores como la regulación de la publicidad de la comida no saludable, mejorar el acceso a los alimentos saludables, disponibilidad de espacios para actividad física, etc.
Esta perspectiva está perfectamente ilustrada en la frase de Katz, que compara la obesidad con una inundación en la que cada intervención es un saco de arena en un dique muy necesario; ninguno de ellos puede detenerla y solo cuando hayamos hecho suficientes cosas en bastantes lugares, estas se sumarán para construir un dique más alto que el nivel del agua.
Desafortunadamente las intervenciones sobre los factores estructurales chocan con los intereses de las grandes corporaciones de la industria alimentaria. En un Lancet de 2014 McPherson estimó que ‘para prevenir las consecuencias en salud que serán insostenibles, el Índice de Masa Corporal debe volver a los niveles de hace 30 años en el Reino Unido, esto supondría un 8 % de reducción del consumo, costando a la industria alimentaria 8.700 millones de libras esterlinas al año’. Se pregunta, por tanto, si esto será posible en un mundo neoliberal y competitivo.