Ana B. Marín Arroyo
Profesora titular de Prehistoria y directora del Grupo EvoAdapta en la Universidad de Cantabria
En los últimos años, los estudios paleogenéticos están proporcionando datos de mayor resolución sobre uno de los periodos más relevantes de nuestra evolución, que es el declive de las poblaciones neandertales y la aparición de nuestra especie. Los primeros estudios paleogenéticos ya demostraron que tuvimos descendencia fértil con neandertales y que neandertales también se hibridaron con denisovanos, algo que no resulta visible en el registro de los fósiles humanos hallados hasta el momento.
Este trabajo publicado en la revista Science confirma que se produjo un único flujo genético de neandertales a los primeros representantes de nuestra especie en Europa hace entre 50 y 43.000 años, confirmando lo que las evidencias arqueológicas ya indicaban sobre la coincidencia espacio-temporal de ambas especies en el continente. Además, arroja luz sobre cómo diferentes genes neandertales relacionados con la pigmentación de la piel, el sistema inmunitario o el desarrollo metabólico pudieron resultar beneficiosos para nuestra salud y adaptaciones biológicas a un entorno climáticamente inestable.
En definitiva, este estudio confirma genéticamente el momento de interacción entre neandertales y nuestra especie a finales del Pleistoceno y cómo sus genes han dejado una huella permanente en lo que hoy somos como especie.