Marcial González de Armas
Ingeniero eléctrico en el sector
Lo que hace tan solo unos meses era considerado un proyecto sin sentido y descartado por falta de consenso, hoy se convierte en una realidad. Muchos pensarán que esto ha sido por un cambio sustancial en el proyecto, pero nada más lejos de la realidad. Simplemente ha sido un cambio de nombre y de imagen lo que ha hecho florecer un acuerdo entre España-Francia y Europa para tender un puente gasista entre la península y el resto de Europa.
Un proyecto que en sus inicios se planteaba como un gasoducto por el que circularía hidrógeno en un futuro, ahora es un hidroducto (un gasoducto de hidrógeno) por el que circulará gas en sus primeros años de vida. Este gasoducto viene aprobado con urgencia para resolver la crisis gasista que atraviesa Europa, una lástima que se espera terminar su construcción en 5 años, cuando el panorama energético europeo sea muy diferente.
Además, al proyecto no le acompañan unos planes fuertes de integración del hidrógeno en el panorama energético europeo. Por ahora es tan solo una anécdota que aún no hemos visto implantarse a gran escala, lo que me lleva más aún a pensar que vamos a tardar más de lo que pensamos en ver hidrógeno verde circulando por ese hidroducto.
La realidad está clara: Europa necesita gas y se ha visto en la necesidad de pintar como verde un proyecto que hace unos meses apartaban a un lado por no estar alineado con los objetivos de transición ecológica de la UE.
Por acabar destacando lo positivo, esa denominación obliga a impulsar la tecnología del hidrógeno y construir la tubería de forma que esté preparada para transportar hidrógeno desde el primer momento. Además, aumentar la interconexión energética de la península Ibérica con el resto de Europa es un paso que nos beneficia a todos. Lástima que eso sea a costa de invertir en infraestructuras que, al menos en un futuro a corto y medio plazo, servirá para seguir consumiendo combustibles fósiles.