Maite Maguregui
Investigadora y profesora Titular en el departamento de Química Analítica de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU)
En este artículo se presenta el estudio de una patología o deterioro un tanto peculiar y, por ello, poco estudiada: la corrosión del dorado de la yesería del conjunto monumental de la Alhambra. Este deterioro se manifiesta a través de una formación púrpura en el dorado. Las investigadoras presentan una metodología multianalítica acertada para poder determinar tanto la naturaleza como la distribución de los productos de corrosión presentes en el dorado. En este caso, la capa de estaño aplicada antes de ejecutar el dorado ha asistido la posterior formación de nanoesferas de oro depositadas en superficie provenientes de la capa de oro original. El color púrpura que se observa se asociaría a lo que técnicamente conocemos como resonancia de plasmones superficiales, el cual, a través de la presencia de nanopartículas metálicas (de oro en este caso), provoca un cambio de tonalidad en la superficie donde estas se encuentran depositadas. En este caso, el agregado de nanopartículas de oro se ha formado espontáneamente pero, en la actualidad, muchos investigadores se aprovechan de este fenómeno para, por ejemplo, tunear o modificar al gusto el color de materiales, detectar nanoplásticos en medioambiente mediante un cambio de color por su interacción con nanopartículas metálicas, etc.
Este trabajo demuestra que el uso de técnicas microscópicas y de análisis a baja resolución lateral resulta crucial para poder detectar y analizar partículas a escala micro y nanométrica. Resaltar también el acoplamiento de diferentes técnicas de análisis con el fin de determinar la naturaleza elemental y molecular. Esta unión de instrumentos resulta crucial si se quiere determinar la naturaleza de fases o productos de deterioro aleatoriamente distribuidos a escala microscópica. Por lo tanto, este artículo pone de manifiesto que, a pesar de partir de una buena propuesta para la investigación en conservación del patrimonio cultural, es necesario disponer de instrumentación de última generación para poder dar respuesta a los problemas que se plantean en este campo.
De manera adicional, este trabajo evidencia que, en muchas ocasiones, resulta crucial poder disponer de una muestra para estudiarla en el laboratorio. Teniendo en cuenta el valor histórico-artístico de los bienes patrimoniales, en algunas ocasiones, puede suceder que la toma de muestra sea restringida e incluso no autorizada. En la actualidad, existen numerosas alternativas portátiles basadas en técnicas de análisis no-invasivas, las cuales permiten el análisis directo de las superficies o materiales. En algunos casos, estas técnicas resultan suficientes para obtener resultados concluyentes. Sin embargo, cuando el material u objeto a analizar se encuentra estructurado en diferentes capas a escala microscópica (como el caso que nos ocupa) y se pretende estudiar qué sucede en cada una de ellas y cómo afectan al resto, resulta imprescindible realizar una toma de muestra. Sin un estudio estratigráfico, las autoras de este trabajo nunca hubiesen podido proponer la ruta de deterioro química descrita para explicar la patología estudiada.
Este estudio también pone de manifiesto que, en muchas ocasiones, no tienen por qué ser los factores o fuentes antrópicas ocasionadas por el ser humano las que promuevan el deterioro del patrimonio cultural. En este caso, y como apuntan las autoras, la propia humedad y el impacto del aerosol marino de manera difusa puede ser suficientes para asistir el proceso de deterioro descrito.
Por todo lo mencionado, este artículo presenta un claro ejemplo de cómo la ciencia aplicada al patrimonio cultural resulta crucial para comprender los mecanismos de deterioro y las causas que los originan. Esta información resulta extremadamente valiosa para posteriormente poder desarrollar estrategias de conservación adecuadas que permitan conservar joyas de nuestro patrimonio como, en este caso, la Alhambra.