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Alberto Ortiz Lobo

Doctor en Medicina y psiquiatra del Hospital de Día Carlos III - Hospital Universitario La Paz (Madrid)

Intentar mapear el laberinto de la regulación genética en el cerebro es una tarea encomiable que merece tanto el reconocimiento como la cautela ante las expectativas que pueda generar. Si bien nos puede aproximar a la correlación biológica de aquellos trastornos de índole más orgánica o neurológica, poco puede aportar para explicar la naturaleza de los trastornos mentales, donde los condicionantes contextuales como la crianza, los determinantes sociales, las experiencias biográficas y las relaciones interpersonales son cruciales. El neurocientífico y premio nobel de Medicina Eric Kandel decía que la ciencia carece de reglas para explicar cómo surge la experiencia subjetiva, la conciencia, a partir de células nerviosas interconectadas.

La investigación básica del estudio celular y su regulación genética no puede dar cuenta de la complejidad de lo humano en su incesante interrelación con el entorno cultural y social. Los problemas mentales no se pueden reducir a unas causas moleculares subyacentes aunque, evidentemente, el cerebro sea el sustrato biológico de nuestras ideas, emociones y conductas. Esta ausencia de causalidad lineal imposibilita que los posibles avances en genética molecular cerebral tengan una traducción clínica en la atención al sufrimiento psíquico de las personas.

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