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Claire Lancaster

Profesora del departamento de Neurociencia Clínica de la facultad de Medicina de Brighton y Sussex (Reino Unido)

Esta investigación sugiere que el número de síntomas menopáusicos experimentados por las mujeres en la mediana edad predice el cambio cognitivo y los síntomas conductuales leves autodeclarados aproximadamente 15 años después. El resultado es interesante, dadas las pruebas existentes que relacionan específicamente los síntomas vasomotores con patologías de la enfermedad de Alzheimer como el amiloide. La sugerencia de los autores de que la disminución de estrógenos puede afectar directamente a la salud cerebral y a sistemas más amplios (como la inflamación o la función vascular), que a su vez tienen efectos en cadena sobre la salud cerebral, justifica sin duda futuras investigaciones. 

Sin embargo, al considerar este resultado, es importante tener en cuenta que los síntomas de la menopausia están siendo reportados retrospectivamente por los participantes, y que los participantes reportan si experimentaron el síntoma como un simplista 'sí' o 'no', en lugar de que la escala recoja información sobre la gravedad y la frecuencia de los síntomas de la menopausia. Por ello, es posible que los resultados no reflejen fielmente las experiencias de las mujeres con la menopausia, en concreto la capacidad de su organismo para hacer frente a la disminución de estrógenos.  

El deterioro cognitivo y conductual (por ejemplo, apatía, retraimiento social) también se recoge mediante autoinforme. En general, las mujeres de esta muestra informan de muy poco deterioro cognitivo con respecto a su yo anterior, como reflejan la media y la desviación estándar de las puntuaciones en la escala E-Cog II, además de síntomas conductuales limitados. Por ejemplo, los adultos mayores cognitivamente sanos de la cohorte ADNI [una cohorte de personas para realizar estudios sobre alzhéimer] reportan una puntuación media de 54 en la E-COG II, que es mucho mayor que la puntuación media de 11 informada aquí.  Por lo tanto, los lectores deben preguntarse si los índices cognitivos y conductuales que aquí se presentan representan realmente un mayor riesgo de demencia, como sugieren los autores. Esto arroja dudas sobre si los datos presentados aquí son adecuados para afirmar que el número de síntomas predice el riesgo posterior de demencia (a la vista de este estudio, yo diría que no). 

Aunque las estadísticas son sólidas, hay que tener en cuenta que no se controlaron los factores moderadores de la salud y el estilo de vida. Por ejemplo, se ha sugerido que la actividad física mejora los síntomas fisiológicos de la menopausia y protege contra las enfermedades neurodegenerativas en etapas posteriores de la vida. En cambio, el consumo de alcohol confiere una asociación negativa con los síntomas de la menopausia y el riesgo de demencia. Esto difumina aún más la confusión.  

La pregunta del millón cuando se consideran las diferencias de sexo en el riesgo de alzhéimer es si la terapia hormonal sustitutiva (THS) puede reducir el riesgo de demencia. Los datos presentados aquí sugieren que no existe una asociación real entre el uso de THS y el cambio cognitivo subjetivo. La investigación sobre los efectos de la THS en la cognición tardía es muy inconsistente en la actualidad. Yo diría que este estudio no recoge datos suficientes sobre el uso de la THS (por ejemplo, el momento de inicio en relación con la menopausia, la duración del uso), incluyendo el contexto de su uso (menopausia espontánea frente a menopausia médica) para poder comentar realmente esta cuestión.  Dicho esto, los resultados se suman a un creciente número de investigaciones que sugieren que los cambios endocrinos en la mediana edad son importantes para la salud cognitiva en años posteriores.

ES