Juan Carlos Gutiérrez Marco
Geólogo y paleontólogo del CSIC en el Instituto de Geociencias (CSIC-UCM)
¿Está la selección respaldada por datos sólidos?
“Los datos que respaldan la candidatura se basan en una serie de sondeos de corta longitud hechos en el fondo de un lago con unas condiciones excepcionales para el registro de todo tipo de fluctuaciones ambientales y en los que se han dispuesto las más modernas técnicas analíticas de ultra-alta resolución. Se trata de un lago pequeño, desarrollado en una dolina de origen cárstico, de 24 m de profundidad máxima, con agua estratificada y oxigenada, donde se depositan sedimentos varvados con restos de polen y microorganismos que atestiguan los cambios geoquímicos y orgánicos. Los sedimentos antropocenos se restringen a los 10-13 cm superiores de todos los sondeos, afectados por todo tipo de contaminantes antrópicos de una vecina región altamente industrializada.
El trabajo y la selección del lugar es sólido: ese medio palmo de sedimentos antropocenos conserva todos los indicadores estratigráficos propios de un horizonte con cambios geológicos. Otra cosa es que el rango formal sea el adecuado a una época, porque por ejemplo en el Devónico hay eventos oceanográficos a escala planetaria que ocurren dentro de pisos geológicos y son sumamente detectables; sin embargo, no marcan límites geocronológicos formales. La historia del planeta es una sucesión de cambios geológicos y el Antropoceno no es geología. Se parece más a los antiguos conceptos teológico-filosóficos de la era Antropozoica o el periodo Antropógeno, que no llegaron a entrar en la Geología por su carácter no científico”.
¿Hay limitaciones importantes que haya que tener en cuenta?
“Los sondeos ofrecen una secuencia ideal de acontecimientos registrados en los sedimentos, que ha tardado muchos años en ser encontrada. Pero como escala patrón, la detección de un Antropoceno tan exiguo exige emplear una suma de especialistas y sofisticadas tecnologías que no lo hacen rentable en ningún caso. Y además están los indicadores que desaparecen con el tiempo, como los radioisótopos fruto de las explosiones nucleares: el plutonio detectado en algunas varvas de lago Crawford tiene una vida media de 24.100 años, y dejará de ser detectable a los 100.000 años, cifras casi irrelevantes a la escala geológica”.
¿Qué impacto podría tener (o no) esta selección, para la geología y más allá?
“Los que pensamos que el Antropoceno es un evento geológico, fruto del impacto diacrónico de la actividad humana sobre nuestro propio ecosistema, no estamos por la labor de ponerle fecha de inicio y mucho menos de formalizar el término en una escala geológica que se mide en miles a millones de años, para crear una unidad a futuro y en el fondo culpabilista, por tratar de convertirla en la expresión geológica de un cambio global de origen antropogénico. Es por ello que el Antropoceno debería seguir siendo tratado como un metaconcepto utilizable por todo tipo de pensadores, artistas y científicos, y me parece ridículo que una élite minoritaria de geólogos se empeñe en poner una fecha (1950) para restringir el término a sus intereses. Porque no debemos olvidar que la geología de los últimos siglos está escrita no ya en las rocas, sino esencialmente en la historia y los calendarios que nos hablan de guerras, industrias, contaminaciones y desastres naturales. A veces con cartografías geológicas hechas día a día, como en el caso de las erupciones de La Palma y Hawái. No tiene sentido movilizar grandes medios tecnológicos para preguntarle, a los últimos centímetros de sedimentos acumulados en algún lugar, si son posteriores a 1950 o no, máxime cuando en su mayoría no están ni siquiera petrificados”.