Juan Carlos Gutiérrez Marco
Geólogo y paleontólogo del CSIC en el Instituto de Geociencias (CSIC-UCM)
El Antropoceno fue propuesto en la década de 1980 como una nueva época geológica caracterizada por la influencia probada de la humanidad sobre el medio ambiente, pero llevado a la extrema suposición de que los humanos ya hubiéramos ‘sacado al planeta’ de su variabilidad natural, lo cual restaba por ser contrastado por evidencias científicas indiscutibles archivadas en los sedimentos. Este pretender convertir al Antropoceno en la ‘expresión geológica del cambio global’ está muy bien desde el punto de vista ideológico, pero para llegar a formar parte del cuerpo de estudio de las geociencias, era necesario poder superar antes los filtros científicos rigurosos que se establecen para cualquier unidad candidata a incorporarse a la Tabla Geológica Internacional, algo así como una ‘tabla periódica de los elementos’ que, en este caso, afecta a unidades formales del registro y tiempo geológico.
Como en el caso de los elementos químicos que se citan como ejemplo, cada nueva propuesta atraviesa por una serie de protocolos sujetos a estrictos controles científicos en tres comisiones de expertos sucesivas. En el caso del Antropoceno, se formó un grupo específico de trabajo multidisciplinar que, tras 14 años de estudios, en julio de 2023 se decantó por elevar una propuesta concreta a la Subcomisión Internacional de Estratigrafía del Cuaternario, donde radicaba el primer peldaño para su eventual aprobación. Pero justo es esa subcomisión, presidida por el conocido antropocenista Jan Zalasiewicz, la que ha desestimado en primera instancia la propuesta, y por una amplia mayoría: 12 votos en contra, cuatro a favor y dos abstenciones, según las informaciones aparecidas en medios de prensa norteamericanos; desconociéndose el sentido de voto de los restantes tres miembros de dicha subcomisión (votos nulos o no emitidos, si descontamos las categorías anteriores).
Por mi experiencia de ocho años como vicepresidente de una de estas subcomisiones, en las que aprobamos cinco nuevos pisos del sistema Ordovícico, de los datos conocidos se infiere la pulcritud del proceso, en el que hubo una convocatoria clara y se siguieron los plazos establecidos, pues de lo contrario no había habido votación.
Desde el punto de vista geológico vivimos en el Megalayense, que es el Piso/Edad más moderno dentro de la Serie/Época Holoceno, perteneciente al Sistema/Periodo Cuaternario, dentro del Eratema/Era Cenozoico, del Eonotema/Eón Fanerozoico. En mi modesta opinión, también vivimos en el Antropoceno, entendido este como el metaconcepto que se viene utilizando ampliamente en humanidades y ciencias sociales, a cargo de artistas, ambientalistas, políticos, historiadores, geógrafos, filósofos, novelistas…, y también en nuestro colectivo de geólogos, ya que muchos geocientíficos defendemos que el Antropoceno debe de ser considerado como un ‘evento geológico’ de amplio rango, que comenzó con la aparición del hombre sobre la Tierra, y que se manifiesta como una afección diacrónica al medio físico en distintos continentes, ecosistemas y culturas.