Josefina Pérez Arantegui
Profesora titular del departamento de Química Analítica e investigadora del Instituto Universitario en Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA) de la Universidad de Zaragoza
La Comisión Europea propuso en 2011 una definición de “nanomaterial” como aquel que contiene partículas que poseen una o varias de sus dimensiones externas con valores entre 1 y 100 nanómetros. Un nanómetro es un millón de veces más pequeño que un milímetro.
Aunque hablar sobre investigación en nanomateriales se ha generalizado en los últimos años, especialmente por el interés de muchas de sus aplicaciones, la humanidad ha empleado nanomateriales desde muy antiguo, producidos de forma natural o artificialmente. Las técnicas científicas de caracterización, que han ido perfeccionándose y ganando resolución en las últimas décadas, han permitido conocer en profundidad su composición y su estructura y comprender así los mecanismos de formación de estos nanomateriales históricos, sorprendiéndonos con la tecnología que se manejaba hace tantos siglos. Por ejemplo, algunas investigaciones datan la primera producción de vidrio rubí, debido a la presencia de nanopartículas de oro en su interior, en el siglo VII antes de nuestra era, basándose en unas tablillas asirias que hablan de la producción de “un coral artificial”.
La aportación que hace la investigación que ahora nos ocupa sobre la alteración de las decoraciones en oro de la Alhambra nos muestra, por un lado, la complejidad del trabajo realizado para crear estas extraordinarias obras de arte y, por otro, da argumentos para explicar cómo estas se degradan en determinadas condiciones para llegar a dar nanopartículas de oro. El estudio ha sabido conjugar la utilización de varias técnicas analíticas de microscopía de alta resolución, complementándose, para conocer a fondo el resultado de la corrosión de las decoraciones y plantear unos posibles mecanismos de formación que expliquen la aparición de esas “extrañas” coloraciones púrpuras. A pesar de la “nobleza” del oro, determinadas situaciones como son, en este caso, la humedad, la presencia de un contenido alto de cloruros y la suciedad llevan a su lenta descomposición, con fenómenos de oxidación y posterior reducción que han afectado seriamente a la obra de arte. El caso del color que vemos en el oro, como el de otros metales, es muy curioso porque depende del tamaño de sus partículas, pudiendo presentarse con colores rojos o púrpuras si estas tienen dimensiones de nanómetros, hasta verlo dorado cuando ya forma láminas.
Los resultados de esta investigación ponen de manifiesto la importancia de una adecuada conservación de nuestro patrimonio, evitando las condiciones que puedan alterarlo y, especialmente, en momentos como los actuales, donde pueden ser habituales temperaturas extremas o elevados niveles de contaminación. Aportan, además, por primera vez, las claves necesarias para comprender la aparición de estas alteraciones y, por tanto, para afrontar posibles restauraciones y una conservación adecuada de esta y de otras obras de arte con decoraciones de láminas de oro.