Jorge M. Lobo
Investigador en el departamento de Biogeografía y Cambio Global del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)
Este estudio se basa en una revisión de aquellas publicaciones que han examinado el impacto de alguna acción de conservación a la hora de paliar o neutralizar la pérdida de biodiversidad debida a nuestro impacto sobre los sistemas naturales. La conclusión pone de manifiesto lo que puede parecer una obviedad: que los esfuerzos realizados en conservación son útiles para aminorar e incluso paralizar los desvelos por aniquilar, deliberada o involuntariamente, las poblaciones de muchas especies. Los autores encuentran que, en dos de cada tres casos, las acciones de conservación son exitosas y paralizan o disminuyen los efectos del agente que causó una pérdida de biodiversidad.
El estudio ofrece, sin duda, un mensaje necesario. Si enfocamos nuestros esfuerzos correctamente, la humanidad posee los conocimientos y los recursos tecnológicos necesarios para revertir los efectos de nuestras acciones sobre la diversidad biológica. Se trata de un resultado alentador que, desgraciadamente, no disminuye la masiva cantidad de datos alarmantes sobre la situación general de la biodiversidad. Si unos 130 estudios demuestran que es posible restituir la biodiversidad tras un efecto perjudicial, son muchas las evidencias que demuestran que las acciones humanas están propiciando un declive sin precedentes e irreversible en la biodiversidad del planeta. ¿Podemos de veras revertir esta situación? Veamos algunos datos.
En diciembre de 2022, auspiciados por la Organización de las Naciones Unidas, casi 200 países aprobaron un nuevo plan para tratar de revertir antes de 2030 el declive y la extinción de las poblaciones de los seres vivos que habitan, junto a nosotros, el único plantea del que disponemos. Este plan se propuso tras el fracaso de otro anterior celebrado en 2010 en el que, optimistamente, se proponía otra ristra de metas para disminuir la pérdida de biodiversidad en 2020. Si los autores de este estudio demuestran que la tarea es posible, los datos son tozudos. Obras son amores. Tal y como reconocen los autores, la inversión anual realizada en el mundo para la conservación de la biodiversidad (121 mil millones de dólares) sería casi 20 veces menor que el gasto mundial anual militar, y unas 14.000 veces menor que el gasto mundial en apoyar los combustibles fósiles generadores del cambio climático.
Sobre las limitaciones del estudio:
- Como los propios autores reconocen en el material suplementario, los datos están sesgados a los ambientes terrestres y las regiones del mundo con menor biodiversidad y mayores recursos de conservación: Europa y Norteamérica. Faltan datos de las áreas tropicales, en las que los efectos antrópicos perjudiciales son mayores.
- El estudio ejemplifica la escasez de estudios que, con una metodología estandarizada, compilan información fiable antes y después de una acción de conservación concreta. Carecemos de observatorios de biodiversidad que, como las estaciones climatológicas, nos provean de datos comparativamente fiables.
- Los casos positivos detectados no implican que se revierta la situación de pérdida de biodiversidad, sino que basta que la acción de conservación ralentice la tasa de declive para que se considere como positiva.