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Jordi Pérez-Tur

Investigador científico de Organismo Público de Investigación (OPI) en el Institut de Biomedicina de València del CSIC

¿Qué le parece el estudio?  

“Es un estudio sólido resultado de un trabajo exhaustivo llevado a cabo sobre un elevado número de pacientes de los que se disponía de una cantidad de información bioquímica, genética y clínica muy importante y muy sistematizada. Esto hace que los resultados sean de elevado interés per se, con independencia de su interpretación (que también lo es). Una de las limitaciones fundamentales en el estudio de enfermedades, incluso las más comunes, radica en la dificultad de contar con cohortes de pacientes bien caracterizados y con el tamaño suficiente como para que los hallazgos tengan relevancia desde el punto de vista estadístico. Esto último es muy importante; un hallazgo puede ser anecdótico y el método científico establece una metodología de trabajo que sirve para discriminar lo anecdótico de lo general y, así, llegar a avanzar en el conocimiento”.  

¿Cómo encaja con la evidencia existente y qué novedades aporta?  

“Que el alelo E4 es un factor relacionado con la enfermedad de Alzheimer (EA) no es una novedad en sí mismo. Desde hace más de 30 años sabemos que tener uno o dos alelos E4 en nuestro genoma aumenta el riesgo de desarrollar la EA en edad avanzada. Además, sabíamos que el número de copias del alelo E4 (1 o 2) se relacionaba con la edad a la que la enfermedad aparece, más temprana con dos copias que con una, y también con el número de lesiones características de la EA, las placas seniles. Individuos con dos alelos tenían mayor cantidad de esas lesiones (llamadas placas seniles). Es decir, sabíamos que tener dos alelos ‘era malo’ desde el punto de vista del desarrollo de la EA. Pero había casos de individuos con dos copias del alelo malo que no desarrollaban EA a pesar de vivir hasta edades muy avanzadas, lo que parecía apoyar la idea de que el alelo E4 de la APOE era un factor de riesgo, es decir, un factor que predisponía a padecer la enfermedad pero que no era su causa de. 

Este trabajo, mediante el análisis de un elevado número de pacientes, viene a demostrar que poseer dos copias del alelo E4 puede considerarse como una nueva forma genética de EA, añadiéndose a las formas ya conocidas causadas por variantes genéticas. Es decir, se añade a APP, PSEN1 y PSEN2, como genes responsables de formas de EA familiar. Es decir, pretende cambiar el paradigma existente en el que tener dos copias del alelo E4 aumentaba la probabilidad de tener una EA hacia uno nuevo en el que tener esas dos copias implica desarrollar con certeza la enfermedad. 

Esto hay que tomarlo con cierta prevención puesto que sigue existiendo un cierto número de individuos que no siguen esta relación directa: individuos que poseen dos copias del alelo E4 pero que no desarrollan ni la enfermedad ni muestran signos de que se esté desarrollando. Es decir, la existencia de individuos homocigotos para el alelo E4 sin EA parece ir en contra de la conclusión alcanzada en el párrafo anterior. Sin embargo, y al contrario de la percepción generalmente establecida, ser portador de una variante genética que causa una enfermedad no siempre implica que dicha enfermedad se manifieste. Hay múltiples enfermedades genéticas en las que determinados portadores de la variante que causa la enfermedad escapan a ella. Esto, que se conoce como penetrancia reducida, no puede descartarse en esos casos”.   

¿Hay limitaciones importantes que haya que tener en cuenta?  

“El artículo no incluye el grado de agregación familiar que puede tener este fenotipo, es decir, no responde a la pregunta de hasta qué punto esta enfermedad aparece en familias. La frecuencia con la que el alelo E4 aparece en la población es suficiente como para que en varias de las familias a las que pertenecen los individuos estudiados por los autores y portadores del alelo E4 aparezcan más individuos con la misma enfermedad. Por otro lado, existen familias con EA de inicio tardío en la que ciertos individuos afectados son homocigotos para el alelo E4 mientras otros son heterocigotos. Es decir, la enfermedad aparece con cierta independencia del fenotipo. 

Pero lo que puede ser la principal limitación del estudio es que establece una relación de causalidad entre ser portador de dos alelos del gen APOE y la aparición de la EA pero obviando que el genoma de una persona contiene unas 20.000 variantes respecto al que se considera de referencia y que, en conjunto, hay unos 3.000.000 de posiciones del genoma (de entre los 3.000 millones de bases que contiene el genoma humano) donde pueden existir variantes genéticas, alguna de las cuales podría contribuir en parte al efecto que se observa. Esto no pretende negar lo que es un resultado claro e indiscutible del estudio, que poseer dos copias del alelo E4 resulta en un inicio temprano de la EA y con unos niveles de biomarcadores que también alcanzan niveles anormales antes que quienes no poseen ninguna copia de este alelo, y que dicho efecto se asemeja al observado en las formas familiares, pero creo que no deja claro hasta qué punto puede considerarse como un factor causal. Máxime, teniendo en cuenta que existen otras variantes genéticas en la región en la que se encuentra la APOE que también parecen influir en la aparición de la enfermedad y que vienen muchas veces asociadas al alelo E4.  

A modo de conclusión, este trabajo supone un claro avance en el estudio de las causas de la EA ya que pone el foco en una causa que, si bien no se había ignorado hasta ahora, no había recibido la atención que posiblemente fuera necesario que tuviera de cara al desarrollo de nuevas terapias y también, de cara al diseño de los ensayos terapéuticos que pudieran llevarse a cabo dado que lo que hasta ahora se consideraba como una variable más debería considerarse, a la luz de estos resultados, como un criterio de definición de los grupos y las estrategias a aplicar”.  

ES