Los autores del estudio pertenecen a varios equipos portugueses del instituto nacional de la salud portugués. Han secuenciado los genomas disponibles del virus de viruela del mono aislados durante el brote de 2022 y los han analizado junto con todas las secuencias disponibles. El virus del brote de 2022 es muy próximo a un virus que apareció en 2018 y 2019 en Nigeria, y que después fue exportado a Reino Unido, Israel y Singapur.
Los investigadores proponen que la hipótesis más probable es que el virus habría continuado circulando y evolucionando de manera endémica en Nigeria, y que desde allí habría sido exportado de nuevo.
Los resultados muestran que el primer caso confirmado en Reino Unido probablemente no es el primer caso de la exportación del virus fuera de Nigeria en este brote. El escenario más probable es que el virus haya circulado desde 2017 en Nigeria (antes de este brote, la OMS había identificado más de 500 casos sospechosos en Nigeria en los últimos cinco años), y que este brote que vemos ahora es el resultado de uno o varios eventos de exportación del virus desde Nigeria, muy próximos en el tiempo, con un evento superdiseminador (por ejemplo, en saunas o mediante contacto sexual), asociado a una dispersión geográfica rápida.
Este brote es particular por la cantidad de mutaciones que los genomas secuenciados han acumulado. El virus de la viruela símica es un orthopoxvirus. Los orthopoxvirus son virus con un genoma con dos hebras de ADN, como nuestras células. Son virus con genomas grandes (más de seis veces más largo que el genoma de SARS-CoV-2), muy estables, y codifican para unas 200 proteínas. Evolucionan lentamente porque cuando el genoma se copia, la maquinaria molecular no comete muchos errores y no introduce muchas mutaciones. Sin embargo, los genomas secuenciados del brote en curso presentan muchos cambios, unas diez veces más que los esperados teniendo en cuenta el tipo de virus del que hablamos.
Además, estos cambios van preferencialmente en una dirección, en la de convertir C en T (utilizando las letras que se usan habitualmente en genética). Este tipo de cambio direccional es habitual en la evolución de muchos virus, pero lo más importante es que no son los virus quienes los provocan, sino que son proteínas humanas las que hacen que el virus acumule mutaciones.
Son unas enzimas llamadas APOBEC3, producidas por las células hospedadoras, que tienen en principio una función antiviral (introducir mutaciones en los virus para desactivarlos), pero que pueden tener como efecto el acelerar la velocidad de mutación del virus. De hecho, la acción de las enzimas APOBEC3 es responsable de que otros virus acumulen muchas mutaciones de C a T, como el VIH, el SARS-CoV-2 o los virus del papiloma humano.
Es muy importante decir que el repertorio de enzimas APOBEC3 en el genoma humano es muy variado, que depende de la ascendencia y del fondo genético de cada persona, y que cada tipo de célula en nuestro cuerpo puede expresar distintos tipos de APOBEC3. Esto complica mucho el estudio y fragmenta la evolución de los virus, porque infectando a diferentes personas de diferente ascendencia, un linaje viral puede evolucionar de manera diferente; y porque infectando diferentes tejidos (la piel, el músculo, el hígado) también evolucionará de manera distinta.
Esto es probablemente lo que puede haber ocurrido en el caso de este brote, y es lo que los investigadores portugueses proponen: este virus saltó a los humanos en 2019 en Nigeria y se ha estado transmitiendo de manera ininterrumpida entre humanos desde entonces, ha sufrido presiones de mutación direccionales de C a T muy importantes, y ha sufrido también presiones de selecciones muy fuertes para adaptarse a la transmisión entre humanos.
Esto habría dado lugar a que se acumulen mutaciones que pueden haber facilitado el que el virus se transmita de manera eficaz entre humanos y que ha llevado a este brote, que ha generado ya más de 1.700 casos confirmados por la OMS en toda Europa, según el Centro Europeo para la Prevención y el Control de enfermedades