Gunter Kuhnle
Catedrático de Nutrición y Ciencia de los Alimentos de la Universidad de Reading (Reino Unido)
Hay un debate en curso sobre la seguridad de los edulcorantes, en parte porque algunos estudios muestran un mayor riesgo de enfermedades crónicas entre quienes los consumen, especialmente en los refrescos.
Por eso es importante investigar el efecto fisiológico de los edulcorantes, como se ha hecho en este estudio. Por desgracia, los autores decidieron utilizar una cantidad de edulcorante que —al menos en el Reino Unido y Europa— no es realista. La concentración de edulcorante que utilizaron era 10 veces superior a la cantidad permitida en bebidas y la dosis única que emplearon era superior a la que la mayoría de nosotros ingeriríamos durante todo un día.
Los autores también encuentran otros efectos fisiológicos del eritritol, pero principalmente en concentraciones plasmáticas superiores a las encontradas en la cohorte del estudio y presumiblemente también en el público en general.
Estos resultados sugieren un efecto potencialmente adverso del eritritol cuando se consume en cantidades superiores a las que se consumen generalmente en Gran Bretaña o en la UE, y esta es una de las razones por las que los reguladores establecen límites para el uso de aditivos alimentarios en edulcorantes: para proteger al público y garantizar que la ingesta se encuentra en un rango seguro.
En contraste con los datos de este nuevo estudio, los estudios observacionales pueden proporcionar datos mucho más fiables sobre los vínculos entre la ingesta de edulcorantes y la salud, ya que reflejan la dieta normal. En este contexto, esos estudios miden la ingesta real, lo que proporciona una información mucho mejor sobre esta. Desgraciadamente, incluso esos estudios se ven afectados por factores de confusión y una asociación entre el consumo elevado de edulcorantes y la mala salud podría no establecer una relación casual.
Lamentablemente, los autores no proporcionan ninguna información sobre la concentración de eritritol encontrada en las poblaciones de estudio, lo que dificulta su interpretación. Los resultados del estudio son sorprendentes, ya que solo el grupo con mayor concentración de eritritol en plasma presenta un mayor riesgo de enfermedad, pero no los demás. Este grupo también tiene los participantes de más edad y cuando los autores ajustan por esto, la asociación observada con el riesgo se hace mucho más pequeña.
La cuestión interesante aquí es el origen del eritritol plasmático, ya que esto podría explicar potencialmente algunos de los resultados: el eritritol no solo se utiliza en los alimentos, sino también en otros productos como la pasta de dientes y los medicamentos. Especialmente estos últimos podrían afectar a los resultados observados, ya que unas concentraciones plasmáticas más elevadas podrían indicar que los participantes reciben distintos tratamientos médicos.
El comunicado de prensa es muy cauto a la hora de hacer una afirmación atrevida y estoy de acuerdo en que la información es interesante y útil, pero definitivamente no es adecuada para preocupar a nadie.
(El documento afirma que el eritritol tiene el estatus de 'generalmente considerado seguro' [GRAS] en Europa y esto es incorrecto. La EFSA no tiene un sistema GRAS).