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Fernando Ojeda

Catedrático del departamento de Biología (Área de Botánica) de la Universidad de Cádiz y responsable del grupo de investigación Función, Ecología y Biodiversidad en Ecosistemas Mediterráneos en el Instituto de Investigación Vitivinícola y Agroalimentaria (IVAGRO)

La llegada del verano reaviva la preocupación por los incendios forestales y este año está siendo especialmente dramático. Para la sociedad en general, los incendios forestales son sucesos catastróficos que, además de amenazar la vida de las personas y la economía de una región, merman la biodiversidad y desencadenan la erosión de los suelos. Conducen a una pérdida de hábitats naturales y, finalmente, a la desolación del paisaje. Sin embargo, si bien el riesgo y el daño que causan a las personas y sus posesiones es innegable y doloroso, esta percepción social negativa del fuego sobre el paisaje natural y su biodiversidad contrasta con la información y evidencia científicas. Muchos de los ecosistemas mediterráneos no silo son resistentes a los incendios, sino que son dependientes de ellos, ya que el fuego ha formado parte de su historia evolutiva. Aunque parezca paradójico, la erradicación completa de los incendios forestales en la península ibérica, algo que muchos amantes de la naturaleza firmarían sin dudarlo, desencadenaría una crisis de biodiversidad. 

Los ecosistemas mediterráneos tienen la capacidad de responder y regenerarse tras el fuego. Ese es el concepto ecológico de resiliencia, que no es inmediata. Tardarán unos 20 años en volver a la situación anterior al incendio. ¿Y qué? ¿Por qué tener prisa? Se habla de restaurar y alcanzar la situación final para proteger la biodiversidad, olvidando que hay especies que solo viven en los primeros años tras un incendio y que también forman parte de la biodiversidad de esos ecosistemas. Es como pulsar el fast-forward del radiocasete hasta la canción que queremos, ignorando el resto de canciones. En ciencia manejamos el concepto de pirodiversidad, que se asocia a un paisaje mosaico de zonas con distintas edades desde que sufrieron un incendio y diferentes especies asociadas. La pirodiversidad genera biodiversidad. 

Sin embargo, la severidad y la extensión de los incendios forestales en los últimos años son ciertamente preocupantes y no son propias de ecosistemas mediterráneos. Los técnicos en extinción hablan de incendios de sexta generación o megaincendios y señalan al cambio climático y a la acción humana, intencionada o accidental, como responsables de su ignición. Rara vez se habla del combustible, de su continuidad e inflamabilidad. Se habla de monte o de vegetación en general, cuando está constatado que no todo el monte arde igual. Desde mediados del siglo XX, el paisaje natural de la península ibérica (sobre todo su mitad occidental) se ha forestado extensivamente con plantaciones de pinos y eucaliptos, especies de árboles de crecimiento rápido y altamente inflamables. Estas forestaciones son, en gran medida, las responsables de la severidad y extensión de esos grandes incendios, no solo en España y Portugal, sino en el conjunto de la cuenca Mediterránea. La idea de que "los incendios se apagan en invierno" mediante la limpieza y el desbroce de los montes para prevenir los grandes incendios debe enfocarse en las plantaciones forestales, no en los hábitats naturales. 

Como científico, trato de entender el funcionamiento de los ecosistemas y la generación y mantenimiento de la biodiversidad. No soy gestor, pero admiro a los que se dedican a la gestión del medio natural porque, además de aspectos ecológicos, deben considerar aspectos sociales en sus decisiones. Abogo por una política efectiva de protección frente a los incendios forestales que proteja vidas humanas y minimice daños materiales. Y que, cuando el incendio se apague, que no se piense en destrucción y desolación del paisaje natural, sino en cambio ecológico y regeneración natural. El fuego no es necesariamente perjudicial para la biodiversidad. Esto no significa que debamos provocarlo, sino que, en determinados ecosistemas, los incendios forestales no siempre son una amenaza, sino que pueden representar una oportunidad para su conservación.     

ES