Felipe Bravo
Catedrático de Planificación Forestal en el Instituto Universitario de Gestión Forestal Sostenible de la Universidad de Valladolid
Se me ocurren varias opciones mejores para utilizar la madera como reservorio de carbono. Por ejemplo, el uso masivo en construcción y la consecuente sustitución de materiales más costosos en términos de emisiones de CO2.
Los autores no introducen en sus cálculos la escala de las cortas que debieran producirse, con las emisiones asociadas –no solo por las operaciones, sino también por los restos de cortas que se van a generar–. No se mencionan cómo se harían las cortas ni el potencial efecto en la biodiversidad, la regulación del clima o el control de la erosión, por citar solo algunos ejemplos.
El trabajo parte de una única observación y no tiene en cuenta los siglos de experiencia acumulada ni las décadas de experimentación en la ciencia y la ingeniería forestal. El salto de una única observación a un plan global para enterrar árboles y así poder aumentar el secuestro de carbono me parece, cuando menos, arriesgado.
El problema del cambio climático es complejo y requiere abordarlo con soluciones complejas y complementarias. No hay una única solución que sirva en todos los lugares. Las condiciones socioecológicas deben ser estudiadas cuidadosamente antes de proponer una implementación masiva de una única solución.
El fomento de la conservación de los bosques y de su gestión sostenible, y promover el uso de materiales que además de generar bajas emisiones contribuyan a fijar CO2 a largo plazo son las ideas más adecuadas, y más respaldadas por la ciencia, para contribuir a la mitigación al cambio climático. Al mismo tiempo, estas acciones permitirán que se puedan gestionar los bosques de manera que se facilite su adaptación a las nuevas condiciones que el cambio climático están generando.