Ernesto Rodríguez Camino
Meteorólogo Superior del Estado y presidente de la Asociación Meteorológica Española
El océano Ártico lleva perdiendo hielo marino durante las últimas décadas en todas las estaciones del año, siendo especialmente notoria esta pérdida desde comienzos del siglo XXI. Los efectos de un Ártico sin hielo se notarán tanto en los ecosistemas naturales como en los sistemas sociales, incluso más allá de la región ártica tanto por la retroalimentación positiva del albedo que aceleraría el calentamiento global como por otros procesos tales como la perturbación del ciclo del carbono o los cambios en procesos marinos.
Los modelos climáticos son las principales herramientas de las que se dispone para estimar, dependiendo de los escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero que colectivamente sigamos, la posible evolución del clima. Sin embargo, es bien sabido que los modelos constituyen descripciones aproximadas del sistema climático que muestran ciertos sesgos que desvían las simulaciones realizadas con los modelos de la evolución real observada. De hecho, los modelos utilizados en el último informe de evaluación del IPCC infraestiman la reducción observada del hielo marino ártico. Normalmente los desarrolladores de modelos se sirven del conocimiento de estos sesgos para mejorar los modelos, bien mejorando la formulación de los procesos de escala más pequeña que la rejilla utilizada para resolver las ecuaciones físicas en las que se basan los modelos o bien aumentando la resolución de la rejilla de cálculo. Otra forma habitualmente utilizada para corregir estos sesgos consiste en calibrar ciertos parámetros (dentro de ciertos rangos de valores realistas) que se incluyen en la formulación de los procesos subrejilla. Alternativamente, se pueden corregir los sesgos a posteriori tal y como se hace en este trabajo. Para ello, los autores utilizan un método de análisis de atribución –que además permite atribuir esta pérdida del hielo marino ártico principalmente al aumento en la concentración de gases de efecto invernadero– que corrige las proyecciones de la cobertura de hielo marino basándose en la comparación entre las observaciones y las simulaciones en un periodo observacional de 41 años.
Las observaciones corregidas dan como resultado principal respecto a trabajos previos que el primer mes de septiembre (que es el mes en el que se alcanza el mínimo de cobertura de hielo ártico) libre de hielo podría tener lugar en una o dos décadas, incluso para el escenario menos emisivo consistente con los compromisos del Acuerdo de París. Este trabajo reduce la ventana de tiempo de la que disponemos para avanzar en las medidas de adaptación frente a un escenario de océano Ártico libre de hielo, ya que podría tener lugar antes de lo que se había estimado en los trabajos recogidos en el último informe del IPCC.