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Enric Monreal

Especialista en Neurología en la CSUR Unidad de Esclerosis Múltiple del Hospital Universitario Ramón y Cajal y miembro del Instituto Ramón y Cajal de Investigación Sanitaria

Las causas de la esclerosis múltiple (EM), una enfermedad autoinmune y la segunda causa de discapacidad en individuos jóvenes, no son del todo conocidas. No obstante, se reconoce una predisposición genética, sobre la cual inciden factores ambientales, entre los que destacan infecciones víricas como por ejemplo la producía por el virus de Epstein-Barr. 

Este estudio, publicado en una revista de reconocido prestigio mundial (Nature Medicine), intenta profundizar en los procesos implicados en los años anteriores al inicio de los síntomas en la EM. Se utiliza la misma base de datos de pacientes del servicio militar estadounidense (10 millones) con la que se publicó otro trabajo en 2022 en la prestigiosa revista Science, que buscaba profundizar la relación entre el virus del Epstein-Barr (causante de la mononucleosis infecciosa, también conocida como “la enfermedad del beso”) y la EM. 

En este caso, recogen muestras de pacientes que posteriormente desarrollan una EM (250 en total) de los cuales existían muestras de suero desde unos cinco años antes y un año después al diagnóstico. Se comparan con una cohorte de otros 250 individuos sanos para analizar el espectro de autoanticuerpos (anticuerpos dirigidos erróneamente contra estructuras propias) generados por el sistema inmune antes del diagnóstico, así como su relación con el daño neuronal (medido por la cadena ligera de los neurofilamentos en suero). En aproximadamente un 10 % de los pacientes con EM, se observa un perfil diferente de autoanticuerpos, algunos de los cuales podrían presentar reactividad cruzada con algunos patógenos (como el mismo virus de Epstein-Barr). Esto indicaría que la infección desarrolla anticuerpos específicos del patógeno y, posteriormente, atacarían estructuras propias por presentar similitud molecular. 

La principal utilidad que le ven a los resultados sería poder utilizar estos autoanticuerpos para detectar una posible EM en pacientes con un alto riesgo de desarrollar esta patología (por ejemplo, familiares de pacientes). No obstante, no existe una perspectiva cercana de que estos autoanticuerpos puedan medirse en la práctica clínica a corto ni largo plazo. 

Globalmente, el estudio es de buena calidad, como se exige en una revista de esta categoría. Además, los hallazgos se confirman en una cohorte independiente, lo cual añade robustez a los resultados. No obstante, el grupo estudiado es bajo, lo cual podría introducir sesgos de infraestimación de asociaciones

ES