Eduard Vieta
Catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona, jefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona e investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM)
Este es un tema muy interesante y en plena progresión. Los resultados no son extraordinariamente novedosos (solo en una pequeña parte), pero confirman los cambios en el microbioma ya descritos y lo hacen en una muestra de las más amplias hasta la fecha. Además, lo hacen midiendo la gravedad de los síntomas depresivos y controlando por la coexistencia de otras patologías y los efectos del tratamiento.
Se identifican cambios en las poblaciones bacterianas de las personas con depresión relacionados con microorganismos que producen glutamato y serotonina, entre otros neurotransmisores, que precisamente son de gran relevancia en la depresión. Además, estos cambios se mantienen más allá de las diferencias culturales, genéticas y de estilo de vida de distintos grupos étnicos. A pesar de la amplia muestra, algunos análisis no se han podido replicar pero, en mi opinión, supone un paso adelante en la comprensión de los cambios inflamatorios asociados a la depresión y de la conexión entre nuestra flora digestiva y el funcionamiento cerebral.
No se puede establecer causalidad, aunque se asume que el estrés crónico produce inflamación y eso es lo que altera la microbiota, pero tampoco sabemos si algunos de los cambios son compensatorios.
Todavía es muy pronto para hablar de tratamientos. Por una parte, hay indicios de que una dieta equilibrada (por ejemplo, la dieta mediterránea) puede mejorar la salud mental, aunque no es un tratamiento adecuado por sí solo para la depresión mayor. Por otra, sería prematuro y fantasioso plantearse a día de hoy el trasplante fecal como una alternativa terapéutica.