Darío Redolat
Consultor en cambio climático y meteorología
El Niño es un fenómeno de variación natural de la capa termoclina del océano Pacífico que tiene importantes implicaciones a nivel global. Durante su fase activa puede aumentar la temperatura promedio global en 0,4 ºC, con grandes áreas del océano Pacífico central y oriental con anomalías de más de 2 y 3 ºC. El Niño no es responsable del calentamiento global, sino que "devuelve" parte de la energía absorbida por el océano durante la fase neutra o de La Niña, cuando se producen anomalías negativas.
Sus implicaciones se traducen en disminución del monzón asiático, de la estación de lluvias en el Caribe o cambio en los patrones de los ecosistemas marinos de las costas de Sudamérica, entre otros.
En el caso concreto de España no se observan correlaciones significativas entre la temperatura atmosférica y la temperatura superficial del mar en el Pacífico y que perduren notablemente en el tiempo. Es cierto que se han encontrado correlaciones débiles entre una fase positiva de El Niño y un final de otoño más cálido de lo normal (concretamente para El Niño 1+2, el más próximo a Sudamérica) pero no son patrones duraderos. En cuanto a las anomalías por precipitación, las relaciones son aún más caóticas y varían enormemente en función de la localización, por lo que no es apropiado hablar de una afección específica de El Niño en Europa occidental en términos generales. En este caso, las correlaciones directas se encuentran ligadas a los patrones oceánicos y atmosféricos presentes en Europa y el Atlántico norte.
Como se ha podido observar tras otros eventos de El Niño (1976, 1998, 2015) en un contexto de cambio climático, ese exceso de calor apenas es compensado por La Niña y otros eventos climáticos a nivel global posteriores, por lo que las anomalías térmicas persisten y se van agregando abruptamente con sucesivos episodios de este tipo.