Cynthia Martínez Garrido
Profesora de Métodos de Investigación en Educación en la Universidad Autónoma de Madrid
Durante la pandemia de la covid-19, según la ONU, más de 1.600 millones de estudiantes en 190 países permanecieron encerrados en sus casas sin poder acudir a la escuela. Lejos de ser la situación ideal, las diferencias entre los que más y menos tienen se agravaron. La brecha entre las familias que más y menos tienen se hizo más profunda: escolares que no tenían ordenador en casa, aquellos que compartían un solo ordenador para todos sus hermanos, quienes no disponían de conexión a internet en casa y quienes ni siquiera tienen un entorno disponible en casa para estudiar. Las mesas de las cocinas y salones se convirtieron en bibliotecas improvisadas, pero sin el silencio y el clima de trabajo que tan necesario sabemos que es para aprender.
La brecha educativa también creció y el tratamiento que los distintos países hicieron para el retorno a las aulas fue un elemento crucial para reajustar los niveles de rendimiento a la normalidad. Por poner un par de ejemplos, las políticas implementadas en España mantuvieron a los escolares en sus casas durante el último trimestre del curso 2019-2020, mientras que en otros países como Chile los escolares se mantuvieron en sus casas en los años 2020 y 2021.
El estudio busca conocer hasta qué punto se ha ralentizado el progreso del aprendizaje de los niños en edad escolar durante la pandemia. Para dar respuesta a este objetivo los autores realizan un metaanálisis de 42 estudios desarrollados en 15 países (Australia, Bélgica, Brasil, Colombia, Dinamarca, España, Estados Unidos, Italia, México, Países Bajos, Reino Unido, Suecia, Suiza y Sudáfrica) y los resultados no pueden ser más interesantes: que nuestros estudiantes tienen un retraso en el nivel de logro que se mantiene en el tiempo, que este retraso ha afectado más a matemáticas que a lectura y que quienes más lo han sufrido son los estudiantes con menores rentas.
Por otra parte, como estudio de metaanálisis, tiene la limitación de la selección de los estudios y los niveles de riesgo aceptados por los autores. Quizá hubiera sido recomendable no considerar tanto los estudios de riesgo crítico como aquellos de riesgo de sesgo alto. En cualquier caso, está claro que esta decisión metodológica afecta considerablemente al tamaño de la muestra disponible para analizar y su representatividad en términos geográficos.
Se podría esperar que los escolares fueran capaces de recuperar el aprendizaje que han perdido al principio de la pandemia al haberse incorporado ya a las aulas. Sin embargo, la literatura previa a este respecto sugiere que los déficits de aprendizaje son difíciles de compensar y tienden a persistir a largo plazo, por lo que urge que escuelas y decisores enfoquen sus esfuerzos en nuevos programas, innovaciones y refuerzos que ayuden a nuestros estudiantes a superar los efectos perjudiciales que la pandemia de covid-19 creó en su desarrollo.