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Claudio Novelli

Investigador posdoctoral del departamento de Estudios Jurídicos de la Universidad de Bolonia (Italia) e international fellow del Digital Ethics Center de la Universidad de Yale (EEUU)

Observar la negociación sobre la propuesta de la Ley de IA fue como asistir a la construcción de un puente sobre un vasto abismo de incertidumbre y posibles escollos. El compromiso fue clave para llegar a un acuerdo, aunque algunas decisiones fueron más difíciles que otras. Abandonar la autorregulación de los modelos de IA y optar por la supervisión directa fue un paso necesario. Prohibir la mayoría de los sistemas biométricos fue una medida prudente. Las fuerzas de seguridad pueden seguir utilizándolos en situaciones específicas, como la prevención del terrorismo o la explotación sexual, pero solo bajo control judicial y escrutinio independiente.  

Pero esto es solo el principio. Aún quedan muchos detalles por concretar, como el papel de la Oficina de Inteligencia Artificial y su colaboración con las autoridades nacionales. Otro paso crucial es determinar cómo evaluarán quienes implementen la ley el impacto de sus sistemas de IA en los derechos fundamentales. Los próximos 24 meses serán cruciales. Determinarán si la UE ha alcanzado realmente su objetivo de liderar la regulación de la IA, estableciendo una referencia mundial para una gobernanza responsable e innovadora de esta. 

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