Carlos Pobes
Investigador posdoctoral del grupo Q-MAD en el Instituto de Nanociencia y Materiales de Aragón (INMA)
IceCube es un instrumento fascinante. En sus diez años de funcionamiento, está produciendo resultados increíbles, más allá incluso de lo esperado. Aunque ya cumplió con creces su cometido con la detección de los primeros neutrinos ultraenergéticos y la identificación de su posible origen en 2017, ha seguido proporcionando información muy relevante sobre la propia física de los neutrinos, la materia oscura o, como en este caso, las teorías de gravedad cuántica.
Las propuestas de gravedad cuántica se han mantenido generalmente en el ámbito de la física teórica, pero el nacimiento de la astronomía multimensajera (luz, neutrinos, rayos cósmicos y ondas gravitacionales) abre la posibilidad de utilizar estas partículas para testar algunas de sus predicciones. En particular, se prevén ligerísimas alteraciones en la propagación de estas partículas por el espacio que son amplificadas en las largas distancias que recorren hasta la Tierra, por lo que podrían ser observables. En ello se basan los numerosos test de violación de la invarianza Lorentz como el que publica el experimento IceCube. El estudio es muy minucioso, a pesar de haber tenido que utilizar algunas simplificaciones. Lo relevante es que los resultados de ahora empiezan a ser competitivos frente a otros experimentos y eso a pesar de contar con un número de neutrinos bastante reducido. Creo que este resultado hace si cabe más interesante la ampliación del telescopio que se va a construir en los próximos años y que seguro va a seguir dando muy buenos resultados.
Hay que destacar también que este es uno de esos casos en ciencia de un resultado importante negativo. Es decir, no se ha observado ningún efecto de gravedad cuántica, pero eso limita cualquier propuesta teórica que prediga un efecto mayor de los límites que se han publicado, lo que permite empezar a restringir algunos modelos.