Yolanda Cabello
Embrióloga clínica independiente y consultora en reproducción asistida, profesora del máster en dirección Sanitaria y Gestión Clínica de la Universidad Internacional de Valencia
El artículo es un estudio de buena calidad que explora por primera vez en humanos la posibilidad de generar óvulos funcionales a partir de células del cuerpo llamadas somáticas, o sea, cualquier célula que no sea reproductiva (que son los óvulos o los espermatozoides), empleando transferencia nuclear y una técnica experimental. La investigación está bien ejecutada, con protocolos éticos y técnicas avanzadas de análisis genético y celular.
Las células reproductoras contienen la mitad de los cromosomas normales en la especie, ya que así al unirse formarían una célula, llamada cigoto, que tendría la dotación de cromosomas normal en una célula humana. La principal novedad es que logran inducir una división reductiva de cromosomas en óvulos reconstruidos, demostrando que es posible aproximarse a la producción de gametos humanos funcionales partiendo de células como la piel. Este avance representa un potencial cambio de paradigma en el tratamiento de la infertilidad, especialmente en casos donde no existen gametos viables. Aunque la técnica todavía debe perfeccionarse, abre nuevas vías para la reproducción asistida y el desarrollo de gametogénesis in vitro en humanos, lo cual tendría implicaciones profundas, tanto científicas como clínicas.
Las principales limitaciones del estudio son que la mayoría de los embriones no progresaron más allá de la fertilización o presentaron alteraciones cromosómicas relevantes al dividirse las células, además de ser una prueba de concepto cuyos embriones no se cultivaron más allá del día 6. Esto implica que la seguridad y eficacia clínica están lejos de estar aseguradas y se requiere mucha más investigación antes de una posible aplicación clínica.
En resumen, es un trabajo relevante y pionero, pero aún preliminar. Muestra que el camino hacia crear óvulos a partir de células humanas es posible, aunque hay retos biológicos y técnicos por superar antes de que esta tecnología pueda ayudar efectivamente a pacientes con infertilidad.
El uso de esta tecnología para generar óvulos funcionales a partir de células humanas plantea dilemas éticos significativos, especialmente por las implicaciones en la reproducción, la identidad genética y la manipulación celular.
Por un lado, podría ofrecer esperanza a personas con infertilidad absoluta, permitiéndoles tener hijos genéticamente emparentados, lo que representa un avance importante en medicina reproductiva. Sin embargo, surgen interrogantes sobre el límite moral de la intervención sobre la vida humana: la generación de gametos y embriones en laboratorio podría enfrentarse a debates sobre el inicio de la vida, el estatus de los embriones creados exclusivamente para investigación y los riesgos de posibles anomalías genéticas o epigenéticas en el futuro.
Las implicaciones sociales y éticas más importantes incluyen:
- El riesgo de manipulación genética y posibles usos no terapéuticos, como la selección de rasgos o la mejora biotecnológica.
- La posibilidad de crear descendencia sin la intervención natural de ambos padres, lo que podría alterar conceptos culturales y familiares tradicionales.
- La creación de embriones con alteraciones cromosómicas o epigenéticas no detectadas, lo que plantea riesgos para el bienestar futuro del bebé.
- El posible acceso desigual, si estas técnicas se encarecen o limitan solo a ciertos grupos sociales.
Además, el estudio subraya la necesidad de estricta supervisión ética y regulatoria, parecido a lo que ocurre con la clonación, de momento prohibida en humanos. Las investigaciones han seguido protocolos de consentimiento informado y supervisión por comités independientes, pero reconocen que antes de un posible uso clínico serían necesarias evaluaciones de eficacia y seguridad mucho más exhaustivas y una reflexión ética profunda sobre el destino de los embriones, la identidad genética y los riesgos de manipulación.
En definitiva, es un avance emocionante, pero requiere un diálogo abierto y responsable entre científicos, reguladores y la sociedad para decidir cómo y para qué usar esta tecnología en humanos.